Las criptas olvidadas
A finales del siglo XIX muchas ciudades europeas se encontraron con un problema de espacio en sus cementerios. En algunas, cuando el cementerio ya no podía extenderse más, construían otros nuevos en lugares distintos, en otras, tomando como modelos las criptas de los cementerios españoles y portugueses, decidieron ampliar los cementerios ya existentes hacia abajo, creando criptas gigantescas y laberínticas que en algunos casos llegaban a superar su espacio exterior. El tiempo ha demostrado que éste sistema, que en el sur de Europa ha funcionado bien, en el norte ha sido un completo desastre.
A las familias con más nombre se les reservaba un lugar preferente.
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Pero con el paso del tiempo algo falló, los técnicos y constructores de las criptas, cuando tomaron como modelo las españolas y portuguesas, no tuvieron en cuenta las diferencias de humedad del subsuelo y las condiciones climatológicas tan dispares entre estos puntos europeos, y pasó lo que tenía que pasar. Las filtraciones de agua constantes han degradado hasta puntos irreparables muchas de estas galerías. Algunas secciones han tenido que ser cerradas e incluso en otras, los techos han colapsado o están en riesgo de hacerlo, condenando también las mismas zonas del cementerio exterior, ya que las claraboyas que recorren todas las galerías inferiores para que tengan luz, lo hacen justo por el centro de los corredores de la zona exterior.
El cementerio de Laeken, dependiente de la ciudad de Bruselas, realizó una inversión en 2008 de 3,7 millones de euros para renovar la cripta, intentando respetar la construcción antigua, impermeabilizando bien todas las galerías y construyendo canales de drenaje.
La podredumbre convive en perfecta simbiosis con musgos y mohos, que revisten paredes y techos para transformar lo que antaño fueron blancas y relucientes lápidas de mármol en objetos oscuros de texturas imposibles en los que, de no ser porque en ellos se adivinan grabados con cruces, nombres y fechas, uno no sabría muy bien que tras ellos descansan los restos de alguien que fue carne, y que ahora solo es mirada en una vieja foto gastada y carcomida.
Galerías en perpetua penumbra, tiempo detenido tanto para los muertos como para los vivos que allí bajan, que pierden la noción del tiempo entre estalactitas calcáreas y arañas que, a falta de mejor alimento, atrapan entre sus sedas viejas flores de plástico, único recuerdo de los que una vez todavía recordaron.
Pequeña capilla por la que se accede a la cripta de Namur, a través de una escalera de caracol
Una galería principal por la que se accede a las laterales.
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