lunes, 15 de octubre de 2012

EL CASO DEL "LADY BE GOOD"

EL CASO DEL (Lady be Good)

                                                                            MUERTE  EN EL DESIERTO
 
La capacidad para orientarse correctamente en todo tipo de situaciones puede salvar vidas o, en el caso contrario, convertirse en la semilla de un error fatal. Por desgracia, eso es lo que le sucedió a la tripulación de un bombardero B-24D Liberator en 1943, cuando un error de navegación terminó con el avión y sus ocupantes en un lugar nada recomendable para perderse.
El B-24 Lady Be Good, llamado así por la película homónima de 1941, formaba parte de las fuerzas de los Estados Unidos desplegadas en el norte de Libia durante la Segunda Guerra Mundial. En total, la tripulación bajo el mando del teniente y piloto William J. Hatton, de Nueva York, estaba compuesta por nueve hombres. El avión era un recién llegado, precioso, limpio y preparado para entrar en combate. La tripulación sufría del mismo mal porque la experiencia era nueva para ellos. Novatos, con nervios y sin duda con inquietud ante la idea de combatir, no creo que pudieran imaginar lo que les esperaba. Supongo que en sus pesadillas a veces imaginaron caer en terreno enemigo, o ser derribados y explotar en el aire pero apuesto a que no pensaron en equivocarse de rumbo para ir directos a un infierno de arena.

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Tripulación del Lady Be Good.

El 4 de abril de 1943 partió de la base de Soluch Field, que actualmente es el Aeropuerto Internacional de Benina, en la costa libia, un grupo de 25 bombarderos con la misión de cruzar el Mediterráneo y, tras más de un millar de kilómetros soltar su carga de bombas sobre objetivos en Nápoles. El grupo se dividió en dos tandas para el despegue. Un primer grupo de aparatos se elevó sin problemas pero, por sorpresa, cuando corrían pista el resto de los aviones, una fuerte tormenta hizo que el grupo se disgregara y que sólo unos pocos pudieran iniciar su viaje. Nueve de los B-24 tuvieron que regresar por culpa del mal tiempo y apenas un puñado de aviones se dirigieron a Italia. La nubosidad les impidió bombardear su objetivo principal, pero no así el secundario, que fue alcanzado por dos aviones. Llegaba el momento de regresar y las bombas no utilizadas se dejaron caer sobre el mar para aligerar peso y ahorrar combustible. Lo peor había pasado, o al menos eso parecía. Ya había anochecido cuando los aviones fueron regresando a su base en Libia, sólo uno de ellos había tenido problemas y decidió descender a medio camino, en Malta.
Todos los aviones fueron aterrizando hasta que sólo faltó uno. El tiempo pasaba y el Lady Be Good, no se acercaba a la pista. Por radio, el piloto solicitó ayuda para orientarse porque había perdido el rumbo. Y aquí es donde surgió el error mortal, porque las indicaciones por radio desde la base fueron emitidas pensando que el avión se encontraba aproximándose a la pista, ¡pero hacía ya mucho tiempo que el bombardero había sobrepasado su destino y no tenían ni idea de dónde se encontraban! En la oscuridad nocturna la tripulación no podía saber si se hallaban sobre el mar o sobrevolando el desierto. Completamente perdidos siguieron rumbo sur, ya lejos del alcance de radio, hasta que el combustible se agotó. Al no saber dónde se encontraban, el comandante ordenó abandonar el avión en paracaídas y equipados para sobrevivir en el agua. Cayeron, pero no en el mar, sino en el desierto del Sáhara. El avión descendió en las cercanías y se partió en dos.
Al amanecer, todo el grupo se reunió, salvo por uno de los hombres que había desaparecido. Completamente desorientados, y posiblemente aterrados, comenzaron a caminar hacia donde creían que se encontraba la costa, apenas equipados con una cantimplora de agua cada uno, algunos bocadillos y poco más. Los detalles de esta aventura son conocidos gracias a que algunos miembros de la tripulación fueron anotando los desesperados detalles del recorrido entre las arenas del desierto en sus diarios. Cada día avanzaban por un paisaje desolado, recorriendo algo menos de una veintena de kilómetros por jornada e intentando seguir algunas marcas de vehículos que creían descubrir en las arenas. La rutina se repitió durante cinco días pero, con un centenar de kilómetros a las espaldas. En un intento desesperado por encontrar ayuda, el grupo se dividió en varias partidas, entre un calor insoportable y ya sin agua. Su destino estaba marcado, fueron pereciendo uno a uno hasta que el último de ellos cayó finalmente, tras haber caminado casi 150 kilómetros.
Después de una operación de rescate alrededor de la base, a más de 400 kilómetros del lugar donde cayó el avión, se decidió dar por perdido el aparato y a su tripulación. Todos pensaban que había caído al mar y, por ello, ni se les ocurrió buscar en el interior del desierto. Terminada la guerra también se descartó que hubieran sido hechos prisioneros por el enemigo, puesto que no aparecían en ningún listado. Finalmente, fueron declarados como fallecidos. 


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Restos del Lady Be Good en el desierto libio.

Y así quedó todo, en medio de brumas de misterio, hasta que el desierto fue invadido después de muchos años por un ejército diferente. Se trataba de equipos de geólogos y exploradores que buscaban petróleo. En las operaciones de prospección aérea uno de los aparatos comunicó que había algo extraño a casi medio millar de kilómetros al sur de la costa, parecían los restos de un bombardero pero… ¿qué narices hacía allí? Fue entonces, llegados al año 1959, cuando alguien recordó al Lady be Good y se ordenó enviar un equipo de búsqueda. Lo que encontraron fue un avión que parecía sacado de un viaje en el tiempo porque, aunque partido en dos, se hallaba intacto. Las armas funcionaban, la radio podía transmitir y todavía quedaban provisiones y agua en su interior, pero no había rastro de la tripulación.
Poco a poco, los equipos del ejército de los Estados Unidos que fueron enviados al desierto, fueron explorando con helicópteros un amplio espacio del desierto. Los datos que recogieron pudieron unir los pedazos de información para crear una historia de terror. Aquí y allá aparecieron objetos dejados de forma que parecieran señales visibles desde el aire, estaba claro que la tripulación había caminado durante días por el desierto esperando ayuda, pero los cuerpos no aparecieron.
A partir de 1960, los equipos de prospección petrolífera fueron encontrando, poco a poco, los restos de la tripulación. Un paracaídas por aquí, una cantimplora por allá, los restos del soldado que no se unió al grupo también aparecieron mostrando que su paracaídas no se abrió por completo y murió con el impacto. Los diarios, las huellas y la posición en el mapa de los cadáveres, desperdigados por el desierto, contaban la aventura de un grupo de soldados novatos que, desesperados, no cayeron en la cuenta de que, si hubieran conocido su posición, su salvación hubiera sido prácticamente segura. No tenían ni idea de dónde se encontraban y caminaron adentrándose en el desierto. Con un mapa en sus manos y un mínimo conocimiento de su situación geográfica, hubieran podido caminar hacia el avión, tomado provisiones de agua y alimentos, y caminado hacia un oasis que se hallaba a una distancia similar a la que recorrieron desorientados.

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