miércoles, 31 de octubre de 2012

LA VERDAD DE LOVECRAFT




Evidencias reales de la verdad de lovecraft

Este lago permaneció desconocido hasta hace poco tiempo debido a su ubicación geográfica, lo cual lo convierte en una de la últimas zonas por explorar del planeta. El lago fue descubierto como tal por el científico ruso (en ese entonces soviético) Andrei Kapitsa entre fines de los años 1950 y los 1960. Posteriormente estudiosos rusos y británicos ratificaron la existencia del lago en 1996 mediante la combinación de datos de diversas fuentes, incluyendo observaciones aéreas de radar y altimetría de radar desde el espacio. La existencia de agua líquida bajo la capa de hielo de varios kilómetros se ha confirmado y constituye el lago sin contaminar científicamente más prometedor de la Tierra. El agua que contiene es muy antigua, con un tiempo de residencia medio de 1 millón de años que contrasta con los 3600 años del lago Ontario, 




Con un tamaño similar al del lago Ontario, tiene unas dimensiones de 250 km de largo por 50 km de ancho, y está dividido en dos profundas fosas por una cordillera. El agua líquida sobre la cordillera tiene una altura de 200 m, unos 400 m en la fosa norte y 800 m en la sur. El lago Vostok cubre un área de 15.690 km² y tiene un volumen estimado de 5.400 km³ de agua dulce, curiosamente se considera que esa agua dulce se mantiene en estado líquido pese a que su temperatura promedio sería de -3ºC (tres grados centígrados bajo cero), esto se explica porque el agua de este lago se encuentra comprimida a una presión de 360 atmósferas (tal presión impide la solidificación del agua a esa temperatura). En mayo de 2005 se halló una isla en el centro del lago.

 
 El misterio del lago Vostok

No hay que mirar automáticamente hacia el espacio para preguntarse qué clase de misterios podríamos encontrar. Algunos de los más grandes están aquí en la Tierra, y uno en particular está ubicado en la Antártida. Se estima que el lago Vostok tiene unos veinte millones de años de edad, se ha dicho que contiene el agua más pura del planeta, y son cada vez más grandes las posibilidades de que albergue vida a pesar de sus condiciones extremas. Treinta años y más de 3.700 metros de profundidad después, un grupo de científicos rusos ha alcanzado la superficie de este increíble lago.
El lago Vostok ha aparecido en las noticias y mantenido una presencia notable en el mundo científico por varias razones. En primer lugar, la estación instalada sobre su superficie registró la temperatura más baja en la Tierra, con unos “acogedores” 89 grados bajo cero en 1983. No fue sino hasta 1996 que científicos rusos y británicos confirmaron la existencia del lago, algo que se sospechaba desde los años 60. También es el lago subglacial más grande de los cientos que se han encontrado hasta ahora, y con su prolongada edad (promedia los veinte millones de años, pero aún no hay un consenso, ya que se mencionaron valores desde 14 hasta 35 millones de años), el lago tendría el agua más pura e intacta. De acuerdo a recientes reportes, un grupo de científicos rusos habría llegado a la superficie del lago el domingo pasado, deteniéndose a exactamente 3.768 metros de profundidad. La perforación comenzó en la década del ‘70, mucho antes de que se supiera de él.
En estos momentos, no es solamente la existencia de agua dulce en el lago lo que atrae a los científicos, sino sus extremas condiciones. Se ha comparado al lago Vostok con los océanos y lagos subterráneos que estarían bajo la superficie de las lunas Europa y Encélado, dos de las mayores candidatas en el Sistema Solar para poseer vida extraterrestre. Si hay algo vivo allá abajo (y probablemente lo haya a pesar de la oscuridad y el frío) calificaría directamente como un organismo extremófilo. Al mismo tiempo, el lago Vostok podría entregar respuestas a algunos interrogantes sobre el calentamiento global. El continente antártico posee cerca del 70 por ciento del agua dulce del planeta (entre el hielo y los lagos), y un aumento en su temperatura contribuye a la elevación del nivel del mar.
 Algo está cambiando del interior de la Antártida sólo sabemos lo que nos han contado los científicos militares que allí investigan desde sus remotas bases inaccesibles,por eso personalmente estoy convencido que nos explican menos de la mitad de lo que saben,al estilo de los científicos ecologetas quienes afirman interesadamente que los miles de glaciares polares se están derritiendo rapidamente por causa del calentamiento antropogénico, pero lo curioso es que el glaciar mas visitado el mundo el “Perito Moreno” cada día tiene mas hielo.

Glaciar Perito Moreno crece 3 metros por día


El lago Vostok es un lago subglacial ubicado en la Antártida. Se encuentra debajo de la base Vostok rusa, a 4.000 m bajo la superficie de la placa de hielo antártica central, totalmente aislado del exterior y protegido de la atmósfera.


El lago Vostok cubre un área de 15.690 km² y tiene un volumen estimado de 5.400 km³ de agua dulce. En Mayo de 2005 se halló una isla en el centro del lago.

 Uno de los grandes misterios de este lago es el descubrimiento de objetos metálicos muy grandes de origen desconocido. Por ahora no se puede saber con certeza si la anomalía magnética del lago Vostok tiene un origen natural o artificial.

A partir del 2001, un grupo de científicos estadounidenses comenzó a sobrevolar el lago Vostok a baja altura, con el fin de estudiar la actividad magnética que se verifica por allí. Durante estos sobrevuelos, se descubrió una poderosa anomalía magnética en la zona suroriental del lago. La discrepancia se calculó en 1000 nanoteslas, una cantidad enorme, cuyas causas son ignotas. Otra característica de la anomalía es su extraordinaria amplitud, ya que se extiende por unos 166 kilómetros cuadrados.
 

El lago Vostok no está cubierto por 4 kilómetros hielo como se nos hace creer,en esta foto (arriba) tomada desde satélite se pueden distinguir con claridad los límites costeros del lago donde personalmente me da la sensación que si existe capa de hielo esta es de un tamaño muy superficial


Inicialmente se intentó explicar la anomalía magnética a partir de causas naturales.


Michael Studinger, de Columbia University, sostuvo que muy probablemente, la corteza terrestre es muy delgada en el fondo del lago. Por tanto, la cercanía con el manto causaría un aumento de la actividad magnética.


El geólogo Ron Nicks sostiene, en cambio, exactamente lo contrario: la delgadez de la corteza y la consiguiente cercanía del manto causarían un calentamiento de la costra misma y esto debería reducir la actividad magnética en vez de aumentarla.


Según el profesor Thomas Gold (revista Nexus Australia), la anomalía sería causada por una excepcional concentración de xenón, argón y metano, que provendría justamente del manto.

Tendremos tiempo, a futuro, de detallar la extraordinaria narración de Howard P. Lovecraft titulada “En las Montañas de la Locura”, probablemente la más inquietante y aterradora historia que se haya escrito sobre los secretos de la Antártica.

Por ahora, sólo evocaremos una parte de su relato central, sobre el horrendo hallazgo que realiza un grupo de exploradores al encontrarse con los restos de una civilización no humana, atrapada en los hielos polares. Por su precisión, me apropio de la traducción hecha por Fernando Calleja para la “Universidad Miskatónica Lovecraftiana”:

“El pétreo laberinto sin nombre consistía en su mayor parte de muros de diez a cincuenta pies de altura y entre cinco y diez pies de grosor. Estaba formado principalmente por prodigiosos bloques de oscura pizarra primordial, esquistos y piedra arenisca, bloques en algunos casos de hasta 4 x 6 x 8 pies, aunque en varios lugares parecía estar labrado en un lecho desigual y macizo de roca de pizarra precámbrica. Los edificios estaban lejos de ser de igual tamaño, pues había innumerables configuraciones de enorme extensión semejantes a panales y otras más pequeñas y aisladas. La forma general de esas configuraciones tendía a ser cónica, piramidal o escalonada, aunque había salpicados aquí y allá cilindros perfectos, cubos perfectos, grupos de cubos y de otras formas rectangulares y raros edificios angulares, cuyo plano de cinco puntas daba una idea aproximada de modernas fortificaciones. Los constructores habían hecho uso constante y experto del principio del arco, y es probable que en sus tiempos de apogeo la ciudad tuviera bóvedas”.
“Todo el conjunto estaba monstruosamente afectado por la erosión, y la superficie helada de la que surgían las torres estaba llena de bloques caídos y de escombros de antigüedad incalculable. Allí donde la capa de hielo era transparente pudimos ver bases de gigantescas columnas y puentes de piedra, conservados por el hielo y que unían las distintas torres a diversas distancias del suelo. En los muros que quedaban a la vista pudimos distinguir vestigios de otros puentes más altos de la misma clase, ya desaparecidos. Una inspección más detenida reveló incontables ventanas de buen tamaño, algunas de las cuales estaban cerradas por un material petrificado que había sido madera, aunque las más de ellas bostezaban abiertas de un modo siniestro y amenazador. Naturalmente, muchas de las ruinas carecían de tejado y mostraban gabletes desiguales redondeados por el viento, en tanto que otras, de tipo más acentuadamente cónico o piramidal, o protegidas por edificios más altos, conservaban intacta su silueta a pesar del omnipresente derrumbamiento y corrosión. Utilizando los prismáticos apenas pudimos distinguir lo que parecían ser decoraciones esculpidas formando franjas horizontales —entre ellas curiosos grupos de puntos, cuya presencia en la antigua esteatita ahora cobraba una importancia inmensamente mayor”.

“En muchos lugares los edificios estaban completamente en ruinas y la capa de hielo profundamente hendida por varias causas geológicas. En otros la piedra estaba desgastada hasta el mismo nivel de la superficie helada. Una amplia franja, que se extendía desde el interior de la meseta hasta una hoz situada en las laderas de las estribaciones, como a una milla del desfiladero que habíamos atravesado, estaba totalmente libre de edificaciones. Dedujimos que probablemente se trataba del cauce de algún caudaloso río que en la era Terciaria, hace millones de años, fluyó a través de la ciudad hasta caer en algún prodigioso abismo subterráneo de la gran cordillera. Desde luego, era aquélla sobre todo una región de cavernas, simas y secretos soterráneos que estaban más allá de la comprensión del hombre”.

Así como sombra del Tercer Reich aparece y reaparece continuamente en la mitología antártica, y muy particularmente con este mito, según veremos, lo relevante de Lovecraft en este caso es que el genio del terror logró adelantarse varios años a la famosa expedición del Capitán Alfred Ritscher de fines de los años treinta, misma que señala punto de partida para las especulaciones y leyendas más espectaculares sobre la civilización atrapada en los hielos antárticos, como también tendremos ocasión de estudiar a futuro. En efecto, Lovecraft escribió su novela en 1931 y fue publicada en 1936, mientras que la misión alemana “Schwabenland” (llamada así por el nombre del principal empleado) se inició dos años más tarde.

Alguna vez, en su posición dentro del megacontinente de Pangea, la Antártica fue un paraíso subtropical con forestas espesas y vida en abundancia, hoy escondida bajo kilómetros de costra helada. Se han hallado fósiles de helechos gigantes y de carbón entre sus estratos reflotados a las capas más superficiales. Richard E. Byrd calculaba que la cantidad de carbón fósil de lo que fueron esos bosques antárticos ancestrales, alcanzaría para abastecer toda la demanda mundial de energía de mediados del siglo XX.
Hasta el período Cretácico, más de 60 millones de años atrás, todavía el continente se negaba a desprender su mole de la de Sudamérica, permaneciendo conectada la Península Antártica con el extremo austral de Cono Sur, actual territorio de Magallanes. Pero el desplazamiento de las masas terrestres producto de la movilidad de las placas tectónicas, terminó aislando totalmente al Continente Blanco, ya relegado a la posición polar.

La Antártica es para el mito, entonces, nuestra más cercana posibilidad de la existencia de un continente habitado por una presunta civilización desaparecida bajo los cataclismos y las calamidades que hoy identificamos en las perdidas Lemuria y Atlántida. La mitología de los indígenas onas, por ejemplo, asumía el origen de su humanidad desde una enigmática Isla Blanca, ubicada en algún paraje austral aún más misterioso y lejano.

H. P. Lovecraft, autor de "En las Montañas de la Locura".

La supuesta civilización perdida de la Antártica ha cautivado la atención de varios investigadores, con más o con menos seriedad según cada caso. La ciencia, por su lado, nos recuerda que el eje magnético de la Tierra ha cambiado varias veces, en ocasiones valiéndose de períodos extraordinariamente cortos para este desplazamiento. Esto alimenta la esperanza de los creyentes.
En tales modificaciones, la Antártica, desprendida ya del continente de Gondwana, cayó bajo la tiranía del hielo en la dialéctica de Hans Hörbiger, quedando cautiva, atrapada con toda la vida que en ella fluía.

Los sondeos realizados durante los años sesenta y setenta demostraron, además, que la capa de hielos de la Antártica es mucho más amplia y extendida que la masa de tierra que se encuentra secuestrada bajo los mismos. Los estudios del Año Geofísico también establecieron que los hielos están en movimiento, en desplazamiento constante hacia los bordes continentales, como lo haría la lava de una inmensa isla volcánica, escurriendo desde el centro del cráter hacia las laderas y las playas.

¿Qué sucedió, entonces? ¿Cambios de eje? ¿Catástrofes estelares que inclinaron al planeta hasta dejarlo en su actual posición? 

Los fósiles de árboles prehistóricos encontrados del otro lado del planeta, en Groenlandia (“Greenland”, Tierra Verde que alguna vez fue), demuestran que su crecimiento y desarrollo era continuo, como si las estaciones del año no hubiesen existido temporizando su vida vegetal. Esto sólo es imaginable en el contexto de una Tierra perfectamente alineada con la rotación sobre su eje, y no inclinada como hoy se la encuentra. Del mismo modo, los fósiles de fauna marina como los ammonites presentan una rotación inversa a la que actualmente ofrecen los moluscos en sus conchas, como si fuerzas “magnéticas” de distinto origen hubiesen influido sobre ellos en distintos períodos de la creación.

Una civilización antártica, alguna vez establecida allí, alcanzó prematuramente su esplendor antediluviano, pero de un momento a otro se vio interrumpida por una catástrofe planetaria inusitada, sin precedentes, que la dejó atrapada en el cristal de hielo por la eternidad de las Eras Geológicas.
La citada expedición del "Schwabenland", de 1938-1939, organizada por la Sociedad Alemana de Investigaciones Polares, recorrió buena parte de la Tierra de la Reina Maud, aerofotografiando más de 600.000 km2 desde grandes alturas de vuelo. No tardó en ser contestada por los Estados Unidos, que organizaron su propia expedición por el Mar de Ross.

Así como a otras que le siguieron, las exploraciones nazis han sido decoradas con historias sabrosas y perturbantes sobre las maravillas escondidas entre el glaseado polar: enigmáticos “oasis verdes”, y las entradas al mundo interior, de las que haremos caudal en otro posteo. Por ahí andan dando vueltas algunas impresionantes imágenes fotográficas de estos pretendidos hallazgos. El contexto de la guerra favoreció mucho a la desinformación y a la desaparición de la documentación relacionada con estas misiones, estimulando más aún la creatividad y la imaginación.

En 1958, poco después de la muerte del héroe antártico Byrd y en siendo aquél el Año Geofísico Internacional en el que el audaz almirante no alcanzara a participar, se realizó una serie de reuniones y encuentros, mismos en los que se gestó la firma del Tratado Antártico del año siguiente.
Durante las labores científicas, los países convocados y que reclamaban su tajada de tarta antártica, se organizaron como nunca antes, coordinando actividades comunes de cooperación y exploración. Las naciones participantes eran Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Rusia.

Inspirados en las exploraciones de Ritscher y de Byrd, se instalaron 33 campamentos de estos países en distintos sectores del continente helado, para estudiar la instalación de 60 estaciones de investigación.

La leyenda dice que, durante este período, muchos de los participantes confirmaron la existencia de algunos de los hallazgos de la misión “Schwabenland”. Pero, especialmente, habrían comprobado la existencia de misteriosas ruinas visibles en las profundidades abrazadas por el cristal gélido, tal cual lo viera Lovecraft en sus pesadillas primigenias y después lo reportaran secretamente los nazis. Eran, acaso, los restos de la misteriosa civilización de la Antártica, dormida para siempre en su tumba de hielo.
Se dice que ésta sería una de las imágenes de las siniestras "áreas oscuras" bajo el hielo antártico, fotografiada desde el aire por la expedición alemana realizada en los albores de la Segunda Guerra Mundial. La parte más oscura señalada, es uno de los oasis templados observados por los alemanes.

Por la magnitud de estas áreas oscuras ocultas bajo la costra (cuyo grosor varía hacia el interior del continente desde unos cientos de metros hasta cerca de 3 kilómetros o más), fueron los aviadores de las misiones quienes tuvieron la mejor vista de las mismas.

El público de habla hispana pudo enterarse de esta nueva mitología polar hacia 1980, cuando se inició en España la publicación de la serie “Biblioteca Básica de las Ciencias Ocultas”, por Ediciones UVE S.A. También fue reeditada en Chile, Argentina y otros países de Sudamérica. Esta publicación, dirigida por el Doctor Fernando Jiménez del Oso, si bien peca de sensacionalismo y de falta de rigor investigativo, tiene la particularidad de haber revelado parte del ideario mágico que hoy se aprecia consolidado tras la vitrina de la mitología antártica.
Dice la fuente señalada que, entonces (volumen 12, página 38):

“…se encontraron “áreas oscuras” en la superficie de los hielos, como si la gran masa helada ocultara en su interior muros ciclópeos, relieves regulares que recordaban edificios. Eran, a juicio de los expertos, figuras geométricas demasiado regulares para que fueran obra de la Naturaleza”.

A principios del año 2005, se difundió desde Washington DC la noticia de que una cadena llamadaAtlantis TV, de California, estaba en posesión de grabaciones tomadas en la Antártica donde se veía claramente la existencia de ruinas de construcciones artificiales bajo el hielo. Provendrían de un supuesto video hallado por militares en un almacén ya abandonado, cien millas al Oeste de la Estación Vostok.

Agrega la información que, aunque la U.S. Naval Support Task Force-Antarctica negaba su existencia, dos oficiales de la marina vieron la grabación y, según “fuentes” en la Base McMurdo, se la describieron a los investigadores civiles de la National Science Foundation (NSF) tras regresar a la Base Amundson-Scott. Según la crónica, ellos aseguraron que en la grabación“pueden apreciarse ruinas espectaculares y otras cosas que no podían comentar”. Agregabanque "Pensamos que se trataba de una alucinación producida por el frio hasta que un helicóptero lleno de ‘Focas’ de la Marina de guerra aterrizaron para rescatar a los reporteros y se los llevaron. Ahora nos estamos rascando la cabeza". Se agregaba que el Gobierno de los Estados Unidos había impedido la exhibición de estas imágenes, valiéndose de las facultades de censura adquiridas después del atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001.

Curiosamente, poco tiempo antes de la noticia, la administración de George W. Bush había intentado intervenir el texto de la novela “Raising Atlantis”, de Thomas Greanias, omitiendo párrafos lesivos a la “seguridad nacional”. El libro también hablaba de una expedición militar norteamericana que encontraba en la Antártica las ruinas de una humanidad desaparecida.

Nunca ha existió confirmación oficial de la noticia. Por el contrario, todo parecía indicar que se trataba de una fantasía creada por la compañía de entretenciones Atlantis Mapping Project. Pese a ello, los ingenuos siguiendo difundiendo profundamente la ilusoria arqueología antártica, quizás impulsados por el íntimo instinto de la humanidad actual por buscar en la Antártica a sus más lejanos ancestros.

Por lo tanto, toda esta noticia no fue más que un fake-new o algún experimento comunicacional para atraer la atención hacia el libro de Greanias, que fuera publicado sin las censuras en algunos canales de internet.

Así, pues, la civilización perdida de la Antártica late aún en el legendario. Sus ruinas siguen esperando ser liberadas bajo la cárcel de los hielos.
El mito, una vez más, aguarda en el frío gélido su hora para volverse cierto. 

 OTROS LUGARES SIMILARES:


América del Sur, famosa por ser un lugar de gran peligro y belleza, alberga un sinnúmero de misterios. Pero entre tantos enigmas, el que posee el mayor atractivo hasta el día de hoy envuelve la existencia de ruinas que apuntan a la existencia una o más "civilizaciones perdidas" que han escapado a la clasificación por los arqueólogos modernos. Civilizaciones al estilo de las que escritor inglés H. Rider Haggard plasmara en sus novelas -- grandes urbes de piedra desmoronándose entre las lianas.
Teodoro Roosevelt
 
A diferencia de otros enigmas, dichas ruinas no pueden descartarse como fabricaciones de las revistas de pulpa, ya que han sido documentadas a primera mano por una variedad de peritos. Uno de los testimonios más inverosímiles proviene del diario del ex-presidente norteamericano Teodoro Roosevelt, cuyo recuento de una expedición hasta el corazón del Brasil apareció en el libro Through the Brazilian Wilderness (A Través de la Selva Brasileña) en 1914. Mientras que su lancha surcaba las aguas de un poderoso río en el Mato Grosso, el ex-presidente dirigió su atención hacia algo sumamente inusual:
Cerca de los rápidos del río, en las cataratas, Cherrie descubrió unas talladuras muy extrañas sobre una masa de piedra desnuda. Evidentemente, habían sido hechas por la mano del hombre hace mucho tiempo. Hasta donde se sabe, los indios de la región no tallan símbolos parecidos hoy en día...Sobre la parte plana de la piedra, consistían de cuatro círculos múltiples con un punto en el medio, diestramente grabados y con un diámetro de pie y medio. Debajo de ellos, al costado de la piedra, había cuatro letras "M" o "W" invertidas. Por supuesto, no teníamos la más mínima idea de lo que representaban estos símbolos, ni de quién pudo haberlos grabado. Bien puede ser que en el pasado muy remoto algunas tribus indias de cultura sumamente avanzada habían penetrado hasta el precioso río, igual que lo habíamos hecho nosotros...El coronel Rondon declaró que no pueden hallarse figuras semejantes en ninguna otra parte del Mato Grosso, y que por consiguiente, resultaba más extraño aún encontrarlas en este lugar, en un río desconocido, que jamás había sido explorado por el hombre blanco".
Es posible que el caudillo estadounidense se sintiera decepcionado al saber que 80 años más tarde, las enigmáticas runas, al igual muchos otros rasgos del Brasil, permanecen sumidos en el misterio. La cultura Marajoara, que se desarrolló en la isla de Marajó en la boca del Amazonas, y las ruinas ciclópeas situadas en el corazón del estado de Bahía, aún desafían las explicaciones de los sabios.
Los pantanos inexplorados de la Isla de Marajó tal vez resulten un repositorio de secretos que nos permita desentrañar el misterio de las culturas perdidas. A juzgar por la evidencia que sobrevive hasta nuestros días, los Marajoaras eran alfareros supremos, dedicados a la creación de cerámicas extrañas y altamente ornamentadas que todavía son confeccionadas hoy en día por un reducido número de artesanos. Se han hecho comparaciones con la alfarería de la región andina, sugiriendo una posible relación entre ellas. Enormes cámaras subterráneas, conectadas por túneles, constituyen evidencia adicional de la destreza de los desaparecidos Marajoaras.
En consonancia con la tradición de las mujeres guerreras que legaron su nombre al río más caudaloso del planeta, la alfarería Marajoara era obra de mujeres, quienes guardaban celosamente el secreto de formar y cocer el barro. Los motivos que aparecen en la cerámica representan mujeres embarazadas, ciclos lunares y otros emblemas representativos de una tradición netamente femenina.
La heroica labor de Marcel Homet, realizada en los años de posguerra, ayudó a descifrar muchos de los secretos del noreste del Brasil. Homet descubrió inscripciones talladas, petroglifos y tradiciones nativas que sugerían la existencia de una civilización o civilizaciones organizadas en algún momento del pasado en la cuenca del Amazonas. La más importante de estas tradiciones orales es la de la tribu Makuschi, situada en las laderas de las montañas Pakaraima. Dicha tradición hace referencia a "una ciudad perdida con paredes y tejados de oro (arenisca?), dedicada a la alabanza del Sol". Homet vinculó esta tradición con la ciudad perdida de Manoa, y aún con la Atlántida. Sus charlas con los jefes de los Makú revelaron la existencia de otra ciudad ciclópea en el seno de las inexploradas montañas Pakaraima. Los jefes le informaron, alegadamente, de que tal lugar existía en las aguas altas del río Uraricoera. Un enorme pedrusco cubierto de petroglifos marca el rumbo hacia las calles y fundamentos de la ciudad derruida. Si el explorador se encamina en dicha dirección por espacio de dos días, llegará eventualmente a un gran arco en la pared de las montañas, que le conducirá a una ciudad subterránea de piedra de dimensiones aún mayores.

Alejo Carpentier

Marcel Homet
 
Diez años antes de Homet, el autor latinoamericano Alejo Carpentier se había inspirado en la posibilidad de ciudades megalíticas relegadas al olvido, como podemos ver en la siguiente descripción de una metrópolis megalítica en su obra Los Pasos Perdidos: "Lo que pude ver fue una ciudad titánica -- de estructuras con espacios múltiples -- con escalinatas ciclópeas, mausoleos en las nubes, inmensas explanadas defendidas por extrañas fortalezas de obsidiana sin torres ni ventanas, defendiendo la entrada a un reino prohibido al hombre".
A comienzos del siglo diecisiete, el explorador portugués Feliciano Coelho se internó en la región que circunda lo que es hoy la ciudad de Joao Pessoa, donde descubrió un objeto impresionante y completamente inesperado: un monolito de piedra grisácea, grabada en bajorrelieve, conocida como la Piedra de Ingá. Sus símbolos tallados no concuerdan con ningún sistema de escritura conocido en las Américas. 

http://www.astrosafor.net/Huygens/2005/53/Itacoatiara.htm
 
Tratando de indagar el origen de la piedra mediante preguntas a sus guías, Coelho quedó sorprendido de que los nativos no supiesen nada al respecto. El monolito tiene unos setenta pies de largo y diez pies de alto. También existe una montaña en Havea que tiene el semblante de un hombre barbado que lleva un casco cónico. Los expertos opinan que la erosión del aire desgastó la montaña y que la mano del hombre añadió los toques finales. Extrañas inscripciones parecidas a las encontradas en las Islas Canarias pueden verse en la misma montaña, y no se ha aventurado ninguna explicación para ellas.
La Amazonia no tiene el monopolio sobre las ruinas enigmáticas. Las sábanas despobladas y las cordilleras del estado de Goias, al suroeste de Brasilia, cuentan con secretos propios: los restos de fortificaciones, esculturas colosales y paredes cuyos arquitectos permanecen en el olvido. Las estatuas ciclópeas, que se asemejan a las de Marcahuasi en Perú, representan rostros humanos y animales nativos a la región de Goias. Se considera que las estatuas forman parte de Cidade de Pedra, formada por bloques rectangulares de piedra labrada que en un entonces fueron los fundamentos de edificios. El trazado de las calles y los edificios sugiere "un Mohenjo-Daro sudamericano", en la opinión de un arqueólogo. Una pared compuesta de bloques de granito, unos trece pies de alto y cuatro de ancho, recorre toda la extensión de un valle en el fondo de la Sierra de Gales, cerca de la ciudad de Jandaia. Al noroeste de Goias se encuentra la Sierra del Roncador, cuya fama se extiende al mundo del esoterismo. Dicha cordillera, que recibe su nombre debido a los ruidos que se escuchan a lo largo de la misma, alegadamente alberga una ciudad subterránea cuyos habitantes son descendidos de los sobrevivientes de la Atlántida. El hecho es que la Sierra del Roncador contiene una enorme red de túneles, algunas de ellas lo suficientemente grandes como para alojar a miles de personas. La existencia de tales maravillas geológicas pudo haber dado origen a la creencia en una "Atlántida" Brasileña, que constituyó una parte importante de las doctrinas teosóficas sudamericanas desde comienzos del siglo veinte.
Como regla general, las civilizaciones no existen en un vacío. Los estados vecinos juegan un papel crítico en sus vidas económicas y políticas. Podemos suponer que la muralla que recorre los pies de la Sierra de Gales representaba tal vez un muro defensivo o línea de demarcación entre imperios antiguos, muchas veces más allá de la esfera de influencia efectiva de dichos estados. Por ejemplo, en el desierto del Sahara, los romanos construyeron el poderoso castellum Dimmidi mucho más allá del limes, o frontera, de sus posesiones africanas, junto con otros emplazamientos defensivos que aún pueden encontrarse en Algeria y en el Túnez. Fortificaciones parecidas pueden encontrarse en el desierto Sirio, distantes de cualquier habitación humana actual. ¿Seria posible especular, entonces, que estas ciudades brasileñas protohistóricas pudieron haber pertenecido a un gran imperio controlado desde la fría y lejana Tiahuanaco?
Las paredes y ruinas en el sur del Brasil no son únicas: en su libro Not of this World, el autor italiano Peter Kolosimo atrajo la atención de sus lectores a "la gran muralla del Perú", descubierta por la expedición Johnson de 1930 -- un terraplén muy parecido a la muralla de Adriano en Inglaterra. Esta muralla recorre uno de los paisajes más agrestes de América del Sur. Junto con algunos complejos de palacios y templos, las ruinas han recibido el nombre de "cultura Chimú", "cultura Chavín" y otros nombres que alivian las jaquecas de los arqueólogos. El enorme estadio o anfiteatro natural conocido como El Enladrillado -- situado a alturas muy por encima de los cinco mil pies, cerca de Alto de Vilches en el norte de Chile -- pertenece también al conjunto de ruinas ciclópeas. Las dimensiones de esta estructura indican que fue construida para seres gigantescos: para su construcción se utilizaron bloques cúbicos de 16 pies de alto y 26 de largo. La manera en que se transportaron dichas moles a semejante altura, cruzando los insondables valles andinos, jamás ha sido abordada por la arqueología. Y como si el estadio no fuese suficiente, El Enladrillado también cuenta con una pista de media milla de largo por 200 pies de ancho, formada por 233 enormes bloques de piedra con un peso estimado de 22,000 libras.
Marcel Homet expresó la creencia de que los ancestros de los habitantes actuales de la Sudamérica ecuatorial y meridional emigraron a dichas regiones debido a la destrucción de una civilización al norte -- tal vez debido a la decadencia y caída de los constructores de Ciudade de Pedra y otras ruinas. Homet se aventuró a decir que dicho pueblo era de raza caucasiana en vez de mongoloide, declaración fundamentada por la existencia de los pobladores de las tierras que circundan al lago Titicaca y los famosos "indios blancos" de Lagoa Santa en Minas Gerais.
Entre los hallazgos criptoarqueológicos más importantes en América del Sur figuran las extrañas pirámides fotografiadas por un satélite Landsat en 1975. La foto mostraba la existencia de ocho estructuras, aparentemente artificiales, localizadas a lo largo de la falda de una cordillera en la provincia peruana de Madre de Dios. La inspección de cerca con un helicóptero comprobó que existían doce en vez de ocho estructuras parecidas. El rigor del entorno --nativos hostiles y animales peligrosos-- ha impedido una inspección física del lugar. Si se llegara a confirmar que dichas estructuras son pirámides, resultaría casi imposible describirlas como "ruinas incaicas", como se ha hecho con tantos otros hallazgos en la zona.
Los altiplanos del Mato Grosso también han proporcionado restos humanos que disputan la antigüedad de la vida humana en nuestro continente. Una tribu de cavernícolas, con conocimiento del arco y la flecha, el cultivo y la crianza de animales, existió en Brasil hace un millón de años -- un bofetón a la cara de las cronologías convencionales, que indican que los humanos llegaron al continente hace 25,000 años (la cifra ha sido cambiada recientemente a 49,000 años). El científico Maurice Chatelain sugiere una cronología aún más heterodoxa e interesante: la ubicación del ecuador terráqueo hace 90,000 años atravesaba vario lugares que albergan los restos de civilizaciones perdidas -- Tiahuanaco, la Isla de Marajó, los macizos de Hoggar y Tassili en el Sahara, el valle del Indo -- que se establecieron en dichas zonas para escapar las glaciaciones que afectaron al hemisferio norte en dichas épocas. El clima agradable habría resultado idóneo para el cultivo, y el nivel reducido del mar habría facilitado también la navegación y el comercio entre las culturas existentes. Cabe pensar que según cambiaron las condiciones climatológicas, los focos de las respectivas civilizaciones se trasladaron a otro sitio, o desaparecieron por completo.
Maurice Chatelain
 
Las ruinas ciclópeas de América del Sur constituyen un reto al hombre moderno, al igual que muchas otras estructuras desconocidas en todo el mundo. Dejémosle la última palabra a Teddy Roosevelt: "Las vicisitudes de la historia de la humanidad durante su estadía en el continente del sur han sido tan extrañas, variables e inexplicadas...como la historia de las formas más elevadas de la vida animal durante la era de los mamíferos." 

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