Fenómenos Extraños A Orillas Del Río Órbigo, Zamora.
Para
entender el por qué de ciertos fenómenos extraños que se producen a
orillas del
río Órbigo a su paso por Santa Cristina de la Polvorosa en Zamora,
es necesario remontarse unos 32 años atrás, para así comprender el
sufrimiento que allí se vivió y que impregnó la zona para
siempre.
El martes 10 de abril de 1979, un autobús con niños
procedentes de pueblos cercanos a Vigo, volvían de regreso a
casa después de haber sido premiados con un viaje en Semana Santa, en
donde habían visitado lugares como Madrid, Salamanca y
Toledo. Todos los niños con edades comprendidas entre 12 y 14 años,
pertenecían al colegio Vista Alegre perteneciente a la localidad
pontevedresa de Vigo.
Tanto los tres profesores que les acompañaban como el conductor del autobús
fallecieron en el siniestro, que se produjo hacia las 16.30 horas del día 10 de abril de 1979.
Solamente sobrevivieron nueve escolares y un soldado llamado José Antonio Arias, que
prestaba servicio en La Línea de la Concepción (Cádiz) y que había pedido en Benavente que le llevasen a Galicia.
La
expedición, formada por los escolares, los profesores y el militar,
“había comido
escasos minutos antes en el conocido Hostal Poli”, según explica
Justo Fernández, vecino de Benavente, quien vio de cerca el lugar del
siniestro poco después del accidente. “Según tomaron la
curva, reformada tras el accidente, el autobús se salió por la derecha, cayó al río y se fue medio flotando hasta que se paró, una vez pasado el
puente”.
Los
periódicos de la época explicaron que el autocar circulaba por la
carretera que
une Benavente con Orense, Pontevedra y Vigo, la entonces Comarcal
650, que hoy se corresponde con la carretera nacional N-525.
“El
autobús contratado por el colegio Vista Alegre sólo había recorrido
cuatro
kilómetros por esta carretera ancha y en buen estado cuando derrapó
en una curva peligrosa en la que la carretera pasa un puente sobre el
río Órbigo. La parte trasera del autocar tocó en el
pretil del puente y el vehículo patinó hasta el otro lado de la
carretera, donde se precipitó en el río, que justamente en ese punto
presenta un pozo de unos siete u ocho metros de profundidad”,
detalló entonces el diario El País, que también subrayó que el río
se encontraba “especialmente crecido” esos días. Y, aunque se intentó
reducir el caudal del río regulando el embalse de Barrios
de Luna, en León, las esperanzas de encontrar a más niños con vida
eran escasas.
El
abundante tráfico que la carretera registraba cuando ocurrió el
accidente permitió
que varias personas que se encontraban en la zona alertasen a la
Cruz Roja y al Cuerpo de Bomberos de Benavente, que acudieron al lugar
del suceso para rescatar a las
víctimas.
Sin
embargo, al final de la jornada sólo habían sido rescatadas diez
personas con
vida y el cadáver de una niña de 13 años debido a que los trabajos
se vieron dificultados por la fuente corriente que llevaba el río en ese
punto y por la baja temperatura del
agua.
Los
diez supervivientes fueron trasladados al Hospital Comarcal de
Benavente en
aparente buen estado físico, aunque, tal y como indicaron los medios
de la época, “varios estaban bajo los efectos de fuertes ataques de
nervios”. Tuvieron que transcurrir 36 horas para que los
servicios de salvamento localizaran el autobús en el fondo del río a
las 4.15 horas del día 12 de abril, a unos ocho metros de profundidad y
a unos 40 metros aguas abajo del puente por el que se
precipitó.
Así,
dos días después del suceso, ya se habían recuperado de las aguas del
río Órbigo
22 cadáveres más pero aún quedaban otros 24 desaparecidos, entre
ellos, el conductor del autocar, un Pegaso en cuyo interior habían
quedado atrapados doce cuerpos.
Dos
potentes grúas extrajeron el vehículo de las entrañas del río, en medio
de unas
condiciones especialmente adversas por la falta de visibilidad y
bajo la atenta mirada de dos millares de personas procedentes de toda la
comarca, que observaron el escenario de la tragedia con
el corazón en un puño.
“Nos
enteramos enseguida de que se había producido el accidente y mucha
gente de la
comarca se acercó por si podía ayudar”, explica Fernández, quien no
olvida las imágenes que presenció cuando una grúa movió el vehículo
siniestrado.
“Yo
estaba junto a la orilla del río y cuando, unas horas después del
accidente, ya
de noche, dos grúas levantaron el autobús a un par de metros de
altura, el agua del interior salió en tromba por las ventanas rotas,
arrastrando a los niños que quedaban dentro. En el agua había
gente intentando ayudar y buzos que procuraban coger los cuerpos
para evitar que se los llevase la corriente. Fue algo escalofriante”,
cuenta.
Durante
la mañana del día 12 de abril de 1979 fueron rescatados otros diez
cuerpos,
entre ellos, el de otro de los profesores. La mayoría de los
cadáveres fueron trasladados a Vigo en un tren especial, en el que
también viajaron de vuelta los familiares desplazados al lugar del
siniestro.
Esto
sería una crónica más de un trágico accidente sino fuera por el
testimonio de
algunas personas que afirman que habiendo acampado a orillas del río
Órbigo, han sucedido cosas de difícil explicación. Este es el caso de
una familia de Álava que en 1991 tuvo una experiencia
sobrecogedora a orillas de este río. Así lo contaba Pedro, el hijo
pequeño a Iker Jimenez en milenio3.
Pedro
que contaba entonces con 12 años de edad, iba camino de Galicia junto
al resto
de su familia en donde iban a pasar unos días de vacaciones. Sobre
las 9 y media de la noche, viendo que la noche estaba encima, deciden
parar a la altura de Santa Cristina junto a una chopera
que se encontraba a mano derecha de la carretera comarcal justo
antes de la entrada al pueblo. El río está a unos 50 m. de este lugar y a
unos 100 de la carretera comarcal.
La
familia una vez ha cenado, monta las dos tiendas de campaña donde
dormirían esa
noche el padre de familia y el hermano mayor de Pedro. Él, sus
hermanas pequeñas y su madre, lo hacen en la caravana. A eso de las 3 de
la madrugada, su madre se despierta al escuchar ruido, como
si alguien o algo anduviese con las sillas y cosas que se habían
quedado fuera de la caravana. Pensando que podía ser algún perro de
alguna finca cercana, da un golpe en la pared de la caravana
para ahuyentarlo y en respuesta a ese golpe, de repente empiezan a
golpear la caravana desde el exterior de forma agresiva y continua.
A
tal punto llega la violencia de los golpes que la caravana comienza a
ser
zarandeada durante lo que a Pedro le pareció unos 8 o 9 minutos. Su
madre y hermanas presas del pánico intentan gritar para pedir ayuda a su
padre y hermano, pero algo invisible les impedía
hacerlo, la voz no salía de sus bocas, como cuando uno está soñando y
quiere moverse o gritar y no puede.
Pasados
unos minutos que a Pedro se le antojaron horas, su madre y hermanas
consiguen
gritar llamando a voces a su padre y marido, según Pedro que no
articulaba palabra alguna presa del más absoluto terror, su madre y
hermanas estuvieron gritando durante varios minutos antes de
ser oídas por su padre y hermano. Mientras, intentaban ver quien
estaba haciendo aquello asomándose a los ventanales trasero y delantero
de la caravana, pero allí no se veía a
nadie.
Cuando
por fin el padre y hermano de Pedro escuchan los gritos de su mujer e
hijas,
se levanta corriendo y es entonces cuando el fenómeno cesa de
repente. Al contar lo ocurrido a su marido e hijo, éstos dicen que no es
posible porque no han escuchado nada hasta el momento en que
al hacerlo se han levantado corriendo, y eso que el fenómeno había
durado unos 8 minutos.
Horas
después, con la claridad del día, la familia al completo se encuentra
con lo
inexplicable al ver como toda la caravana incluido el techo, estaba
llena de las siluetas en negro de cientos de manos pequeñas, que
corresponderían con la de unos niños de 8 ó 10 años. Según
explicaba Pedro, era como si un grupo de niños hubiesen cogido
ceniza u hollín y hubiesen impregnado toda la caravana con sus manos.
A
la mañana siguiente cuando bajaron al pueblo para hacer algunas
compras, cuentan al
tendero lo que les había pasado y éste les comenta que no es la
primera vez que le cuentan algo así después de pasar la noche en el
mismo lugar.
Las
marcas de las manos estuvieron en la caravana durante meses incluso
después de
lavarlas repetidamente, como estuvieron también las pesadillas de
Pedro cada vez que se iba a la cama. Nunca más volvió por allí.
El
reportero de Milenio3 y Cuarto Milenio Luis Álvarez durmió allí durante
dos noches
para investigar qué es lo que realmente ocurre. Su relato,
estremecedor, nos cuenta cómo durmiendo con su perro en una tienda de
campaña, cuando iba a dormirse empezó a oír sonidos extraños. El
perro se puso en alerta y según él, los ruidos provenían de la otra
orilla, los identificó como voces y sonidos de niños. Sus compañeros que
dormían en una tienda cercana no oyeron
nada.
Hubo un caso muy parecido a este en Prestonsburg (Kentucky), en el que 24 niños
murieron en el llamado “Gran río Arenoso” cuando el autobús en el que viajaban cayó al río.
Se
cuentan muchos fenómenos paranormales en ese lugar y en lo que casi
todos los
pescadores coinciden cuando acampan a orillas del río, es que por la
noche se escucha una gran algarabía de niños correteando por allí, que
los pescadores ajenos a la tragedia allí ocurrida
achacan a la existencia de un campamento o excursión de escolares.
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