Illa de Ons, isla mágica.
Martín iba borracho en el barquito que les llevaba a la Isla de Ons. No sabía si por el oleaje o por toda la parrafada que le estaba soltando Antonia sobre los secretos paranormales que encerraba la Isla.
Escucha esto Martín- decía Antonia entusiasmada-. En invierno sólo viven 10 personas en Ons, y en verano 70 personas. Siempre ha sido una isla incomunicada de la civilización debido al pequeño embarcadero y al gran oleaje del atlántico. En 1950 llegaron a tener hasta 500 habitantes durante el verano. Una de las casas se llama la “casa del médico” aunque nunca han tenido médico en la Isla-que ya es llamativo-; siempre han recurrido para las curaciones a remedios de plantas y conjuros a meigas.
Mira –empezó a reír- cuando una barca salía a la mar y no traía suficiente pescado los aldeanos golpeaban a la embarcación con retama (una planta que espanta el mal de ojo) por no haberles traído suficiente comida. Como cuando un niño muerde el pezón de su madre porque no le da suficiente leche. –De la risa y del viento casi se le caen los papeles que había impreso de Internet el día anterior Antonia... Aunque su rostro empezó a palidecer y ponerse serio-. Mira lo que pone aquí: en 1921 Navegaba el "Santa Isabel" casi a la deriva, tomando como referencia el faro de Ons, la proa se incrustó en una roca, el resultado fue el de 213 víctimas, entre muertos y desaparecidos, salvándose únicamente 27 tripulantes y 29 pasajeros. En esta isla existe el Burato do Inferno (agujero del infierno): es una cueva o furna sobre el océano con el techo abierto desde el que se pueden escuchar los lamentos de las almas de los que sufren tormento en el Fuego Eterno por sus pecados. Los lamentos son audibles en tempestad cuando la mar penetra por esta cavidad. Dicen que un toro de cuernos de oro protege esta entrada al mundo de los muertos. Hay un pequeño cementerio con su ermita donde la última persona enterrada fue en 1970.
Ups -tragó saliva Martín- el año en que yo nací.
Martín, que pensaba qué coño iban a hacer en esa Isla que no tenía ningún hilo de conexión con las muertes de los posibles narcotraficantes, que no podía aguantar más el movimiento del barco y las apasionadas palabras de Antonia; suspiró. Por suerte, cuando Antonia iba a leerle tres páginas de la prensa local sobre la hija del farero, Iria, llegaron al embarcadero de Ons.
A los diez minutos estaba Martín pidiendo un café solo en Casa Checho, uno de los dos locales de la Isla. Una camarera morena con cara de portorriqueña y sonrisa de coral le preguntó si querían habitación para dos. Cuando Martín dijo que sí, giró la cabeza buscando la aprobación de Antonia y se sorprendió al ver que ésta había desaparecido.
-Aquí los hombres no beben café sin aguardiente tostada- guiñó la camarera y le colocó al lado del café un vasito alargado de chupito lleno del viril licor.
Escucha esto Martín- decía Antonia entusiasmada-. En invierno sólo viven 10 personas en Ons, y en verano 70 personas. Siempre ha sido una isla incomunicada de la civilización debido al pequeño embarcadero y al gran oleaje del atlántico. En 1950 llegaron a tener hasta 500 habitantes durante el verano. Una de las casas se llama la “casa del médico” aunque nunca han tenido médico en la Isla-que ya es llamativo-; siempre han recurrido para las curaciones a remedios de plantas y conjuros a meigas.
Mira –empezó a reír- cuando una barca salía a la mar y no traía suficiente pescado los aldeanos golpeaban a la embarcación con retama (una planta que espanta el mal de ojo) por no haberles traído suficiente comida. Como cuando un niño muerde el pezón de su madre porque no le da suficiente leche. –De la risa y del viento casi se le caen los papeles que había impreso de Internet el día anterior Antonia... Aunque su rostro empezó a palidecer y ponerse serio-. Mira lo que pone aquí: en 1921 Navegaba el "Santa Isabel" casi a la deriva, tomando como referencia el faro de Ons, la proa se incrustó en una roca, el resultado fue el de 213 víctimas, entre muertos y desaparecidos, salvándose únicamente 27 tripulantes y 29 pasajeros. En esta isla existe el Burato do Inferno (agujero del infierno): es una cueva o furna sobre el océano con el techo abierto desde el que se pueden escuchar los lamentos de las almas de los que sufren tormento en el Fuego Eterno por sus pecados. Los lamentos son audibles en tempestad cuando la mar penetra por esta cavidad. Dicen que un toro de cuernos de oro protege esta entrada al mundo de los muertos. Hay un pequeño cementerio con su ermita donde la última persona enterrada fue en 1970.
Ups -tragó saliva Martín- el año en que yo nací.
Martín, que pensaba qué coño iban a hacer en esa Isla que no tenía ningún hilo de conexión con las muertes de los posibles narcotraficantes, que no podía aguantar más el movimiento del barco y las apasionadas palabras de Antonia; suspiró. Por suerte, cuando Antonia iba a leerle tres páginas de la prensa local sobre la hija del farero, Iria, llegaron al embarcadero de Ons.
A los diez minutos estaba Martín pidiendo un café solo en Casa Checho, uno de los dos locales de la Isla. Una camarera morena con cara de portorriqueña y sonrisa de coral le preguntó si querían habitación para dos. Cuando Martín dijo que sí, giró la cabeza buscando la aprobación de Antonia y se sorprendió al ver que ésta había desaparecido.
-Aquí los hombres no beben café sin aguardiente tostada- guiñó la camarera y le colocó al lado del café un vasito alargado de chupito lleno del viril licor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario