Historia / Leyenda de la Costa de La Muerte
FINISTERRE
Leyendas de ciudades sepultadas,
supersticiones, santos que curan el "meigallo" (mal de ojo) o piedras
que son "milagreiras"... El recorrido, que va desde A Coruña o desde la
Ría de Noia y Muros hasta Finisterre, está jalonado de iglesias,
naturaleza salvaje y aguas bravas.
Ya desde la ría de Noia y Muros, hacia el
norte, las costas se llenan de escarpados acantilados sobre el mar, de
playas kilométricas y abiertas, desiertas y muchas veces traicioneras
para bañistas y marineros. De Noia cuentan que fue fundada por una
nieta de Noé, Noela, de quien deriva su nombre y que en un monte de la
sierra cercana está enterrada el arca que construyó su abuelo para
sobrevivir al Diluvio Universal.Hay que entrar en el misterioso cementerio de la ciudad, alrededor de la iglesia de Santa María: todo un enigma para los historiadores: en sus paredes y en las lápidas de muchas de sus tumbas se encuentran cientos de losas con inscripciones que forman enigmáticas figuras cuyo significado nadie ha sido capaz de desvelar hasta el momento. Para los expertos en ocultismo se trata de inscripciones iniciáticas dejadas allí por misteriosos visitantes que llegaron a Noia en épocas remotas, quizá supervivientes de la desaparecida Atlántida. Según el investigador y escritor Juan G. Atienza, el Noé del que habla la leyenda de la ciudad sería uno de ellos.
A unos 12 kilómetros hacia el norte está
Carnota y muy cerca de esta población se encuentra el legendario Monte
Pindo, llamado también el Olimpo Céltico, una enorme masa de cuarzo
rosáceo sobre el mar en la que se han encontrado muchas y mágicas
inscripciones célticas.
Desde Corcubión, un poco más al norte, sale la carretera que nos lleva hasta Finisterre, el Finis Terrae de los romanos. En el faro de Finisterre acababa la tierra para los romanos y empezaba el misterio de lo desconocido.
Según la leyenda, en esta zona fue sepultada bajo las aguas la mítica ciudad de Duyo, destruida por Dios como castigo a los pecados y a la indiferencia de sus habitantes tras desembarco el Santiago Apostol. Sólo quedaron dos rocas con forma de buey que permanecen como testimonio de este acontecimiento.
En la carretera hacia Coruña por la costa,
jalonada de puertos pesqueros, escondidas playas y grandes acantilados,
encontraremos Muxía. Allí, frente al mar, se erige su barroco santuario
de la Virgen de la Barca. Muy cerca, están las piedras de los milagros,
las que cuentan que formaron la nave en que llegó la Virgen para
aparecerse al Apóstol Santiago. La más grande de ellas la Pedra
Abaladoira pesa más de sesenta toneladas y dicen que se mueve y hasta
produce un leve gemido cuando se sube a ella alguien que esté
totalmente libre de pecado, la Pedra dos Cadrises, la quilla de la
barca, libra de los dolores de espalda a quienes pasan debajo de ella.
Cuentan
las leyendas que las temibles aguas de la Costa de La Muerte sepultaron
en la
antigüedad míticas ciudades, y cuentan las noticias, esta vez
demostrables,
que muchos barcos se han hundido en ellas.
Finisterre,
el Fin del Mundo, observa
día y noche el paso de innumerables barcos enfrente de sus costas. El
mar de
Finisterre, tempestuoso Atlántico, es cementerio de naves y hombres en
decenas
de catástrofes marítimas.



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