viernes, 4 de enero de 2013

LAS CUATRO COLUMNAS

OSCURA TRAMA DEL FIN DEL MUNDO
Eran tiempos oscuros para nuestro país. España se debatía entre las continuas revueltas políticas, la guerra de Cuba que arrastraba a nuestros soldados al otro lado del atlántico, y los terribles terremotos que asolaban a la región Andaluza, sumiendo en el más profundo caos a los humildes habitantes de pequeñas localidades.
En ese escenario de desconcierto llega al pueblo de Tolox, en plena sierra malagueña, un extraño personaje vestido con hábitos sacerdotales. Corría el mes de Febrero del año 1885. Era noche cerrada, y los lugareños seguían con la mirada a aquel extraño personaje de mirada penetrante y andar seguro.
 Con paso ágil, se adentró en la Calle Ancha, golpeando con los nudillos en la puerta de la vivienda de una mujer conocida por todos los habitantes del poblado, Isabel Gallardo Pato. La puerta se abrió y sin mediar palabra, el sacerdote pasó al interior.
Aunque algunos pensaron en aquel momento que Isabel, que hacía poco enviudó, mantenía relaciones con aquel misterioso inquilino. Y es que la señora Gallardo estaba de buen ver. Pero al día siguiente todos entendieron el motivo de tan inusual visita. El monje, que se hizo llamar Padre José, buscaba crear en el pueblo un movimiento religioso que les ayudara a todos a realizar la penitencia necesaria para ir al cielo “más livianos”. El rechazo a los bienes materiales y la oración, eran los factores principales para enfrentarse a un, según el nuevo gurú, inminente fin del mundo.
Pronto aquella idea caló de manera efectiva en los habitantes de la villa de Tolox, y es que el actual panorama social y político del país, unido a los desastres naturales, hacían entrever que “algo se estaba moviendo en los cielos”. De esa manera, el caldo de cultivo estaba preparado para acoger las prédicas del Padre José, que eligió inteligentemente a cuatro mujeres de la localidad, denominadas desde ese momento como “las cuatro columnas”, para depositar en ellas el tesoro de su fe, las cuales transmitirían con una mayor confianza aquellos dogmas a sus paisanos.
Aquella “secta” comenzó a funcionar de manera inmediata. Eran muchos los que acudían prestos a las reuniones diarias que se celebraban en casa de alguna de estas mujeres elegidas aparentemente al azar, Isabel Gallardo Pato, Micaela Merchán Vera, Josefa Márquez y Ana Mesa. Allí se oraba y se leían versículos de un extraño libro del que aun a día de hoy, nadie conoce nada: El Amante de Jesucristo. Esa obra quizá de edición única, calaba con más fuerza ante la visión aterradora de una figura de Jesús de Nazaret, a tamaño natural, que el sacerdote guardaba en una habitación. Nadie sabía de qué manera ni cuando había sido trasladada allí, pero todos coincidían en su aspecto diabólico y espectral. Y es que el miedo es una de las mejores cartas con las que han jugado todas las “sectas” a lo largo de la historia.
A veces, el Padre José se hacía acompañar de la presencia de Mateo Romero, un señor al que nadie conocía, pero que se apodaba el “santo”. Solía encerrarse a solas con cada uno de los adeptos, para “fortalecer” su fe en Dios y en los Santos. A la vez, unas cartas llegadas desde Málaga y firmadas por una tal Teresita Villatoros, apodada la “santa”, surtían un apacible efecto entre aquellas mentes inocentes y cristianas. Aquellas buenas gentes no necesitaban de pruebas ni de documentos, solo de conocimientos de una nueva tendencia que les ayudaría a avanzar espiritualmente.

Las Visiones del Pilonso
 Había en Tolox un joven, Miguel Soto Martín, conocido por “el Pilonso”, que vivía con su padre junto al Arroyo de la Viña, donde eran dueños de unos huertos en los que trabajaba con gran dedicación. Cuando acababan las prédicas del Padre José en casa de Isabel, corría dispuesto a dedicar varias horas a la recogida de frutas y hortalizas, hasta que el sol se escondiera tras las montañas rondeñas de la Sierra de las Nieves.
Un buen día caminaba solo por aquellos parajes, cuando encontró en su camino a un niño de pocos meses tirado en el suelo. El asombro fue enorme cuando divisó en una de sus manitas un reloj, y en la otra un crucifijo. De pronto, de los labios de aquella criatura surgieron las palabras: “Mundo, Mundo”. El Pilonso, que no podía creer lo que veía, le preguntó qué quería decir, a lo que el niño expresó: “Que el mundo va a dar un tumbo”.
En ese momento, un sonido a su espalda lo sacó de su aturdimiento. Tras él, una señora con ropajes blancos y las palmas de las manos extendidas lo mirada fijamente. Se presentó como la Virgen María, y ante la admiración de Miguel, que incluso se arrodilló ante ella a punto de llorar, le hizo una curiosa petición.
Debía ir esa noche a la casa de cuatro mujeres del pueblo, golpear en sus puertas, y con ellas encaminarse a casa del alcalde. Allí debían solicitar la llave del cementerio y un reloj que atesoraba el propio señor Del Río y que era de inmenso valor. Después, debían ir en comitiva a la necrópolis y orar en su interior por el alma de un joven que acababa de morir recientemente en un accidente. Era el propio hijo del alcalde. Pilonso aceptó y salió corriendo de aquel lugar, sin mirar atrás.
Esa noche cumplió lo prometido. Golpeó en las puertas de las cuatro mujeres que la Virgen le había indicado. Las señoras, como si estuvieran esperando de antemano, salieron rápidas con el velo puesto y sin hacer preguntas. El Pilonso consideró aquello como “cosa de Dios”. Al llegar a la casa de José del Río, recibieron una rotunda negativa, tanto de la llave como del reloj. Es más, el hombre los echó a patadas de su casa, gritando a los cuatro vientos que no jugaran con el honor de su hijo muerto.
Aun así, el grupo del Pilonso y las cuatro mujeres, que se había agrandado hasta contar con casi la totalidad de habitantes de Tolox, se dirigió al cementerio para orar al otro lado de la valla. Al poco de estar allí, unos golpes y gritos dentro del camposanto sorprendieron a todos los presentes, que comenzaron a huir en estampida. La presencia del Padre José entre el grupo, fue el detonante para pensar que aquello era cosa de brujería y de magia negra, y que el culpable de todo aquello no podía ser otro que el extraño sacerdote. El cambio fue tan radical en el pensamiento de la gran mayoría del pueblo, que el Padre José fue desterrado a pedradas del casco urbano.
  
Llegada a Río Verde


 

  El obstinado sacerdote no paralizó ahí sus prédicas, sino que aprovechando la presencia de una de sus “cuatro columnas”, Micaela Merchán, en Río Verde, decidió continuar allí transmitiendo sus dogmas del fin del mundo. Río Verde es una zona perteneciente al término de Tolox, pero que se halla a más de diez kilómetros del casco urbano, distando varias horas de camino entre ambos puntos.
Allí habitaba la gente más humilde y pobre de la localidad, viviendo en casas de piedra y otros elementos rudimentarios, con sus pequeñas plantaciones en las inmediaciones.
 Micaela Merchán era la “columna” más fanática de todas, la que había acogido con más ímpetu las ideas revolucionarias que el Padre José había traído al pueblo. De esa manera y dominando hábilmente a sus más de treinta vecinos de Río Verde, ayudó a continuar en aquellos parajes con el movimiento religioso anteriormente instituido. Pero según pasaba el tiempo, Micaela fue asumiendo las funciones como si fueran propias, llegando a un punto en el que dejaba en cierto modo de lado al Padre José, para sentirse protagonista de la historia.
No tardaría mucho en creer ser la encarnación de la Virgen María en la tierra. Su forma de hablar y su poder de convicción era tal, que pronto convenció a sus vecinos de su propia divinidad, y de que ahora era ella la que los guiaría de manera adecuada para enfrentarse con el inminente fin del mundo.
Las reuniones en su casa acogían a más de treinta personas, familias que se apretujaban de la manera mejor para poder caber en tan pequeña casa. Un mal día, Micaela decidió algo que cambiaría el rumbo de los acontecimientos, un suceso que ni el Padre José llegaba a sospechar. La fanatizada mujer tuvo el convencimiento de que si el fin del mundo estaba próximo, lo mejor sería terminar con sus vidas cuanto antes, previa destrucción de sus bienes materiales, para subir al cielo y “tomar lo mejores asientos” junto a Dios. El resultado de aquella idea fue aterrador, y marcó la historia no solo de málaga, sino de España entera.

Un Ritual Dantesco
Conocido como “la Noche de los Iluminados”, aquel suceso cambiaría de por vida el rumbo de aquellas personas, y también de sus descendientes hasta nuestra más reciente actualidad. Fue un 18 de Marzo de 1886 cuando Micaela Merchán Vera decidió realizar aquel suicidio colectivo, en mitad del llano que existía delante de su casa. En plena noche de invierno, Rio Verde se convirtió en escenario de espectáculo terrible, digno de la ciencia ficción.
La fanatizada mujer gritaba y gesticulaba locamente, advirtiendo del fin del mundo, mientras sus devotos se arrodillaban a sus pies. La enorme figura de Jesús de Nazaret y el libro de “El Amante de Jesucristo” completaban la escena. Prontamente encendieron una gran hoguera, alrededor de la cual todos empezaron a danzar.
Micaela, siendo imitada por todos, hacía extraños movimientos con su cuerpo, se contorsionaba, asegurando que de esa manera recibirían el mana del cielo. Para asombro de todos, comenzó a quitarse la ropa, pidiendo a los demás que hicieran lo mismo, ya que así recibirían dicho maná de una manera más efectiva.
Era tal el desequilibrio mental de los presentes, que sin dudarlo se arrancaron sus vestimentas, mostrando sus intimidades sin pudor. Solo dos o tres personas se resistieron, pero fueron obligados por los demás, entre lágrimas de impotencia. Ya no había manera de echarse atrás en el ritual.
-Dentro de pocas horas ya no seremos de este mundo, sino del otro. Ahora vamos a destruir todas nuestras posesiones carnales, que sólo nos sirven para atarnos a un planeta que va a ser destruido. Ahora nos basta con la gracia de Dios, que cae en estos momentos sobre nosotros- disertó la señora Merchán, sintiéndose inspirada.
La propia Micaela, ayudada de unas ramas, tomó fuego de la hoguera e incendió su choza, que al ser de material rudimentario, ardió enseguida. Aquella locura fue respaldada por las familias que tenían casa a pocos metros, las cuales comenzaron a arder a los pocos minutos. El fuego rodeaba a Rio Verde, aunque era disimulado por los árboles de las inmediaciones.
Lo siguiente fue lanzar a la hoguera todas las posesiones materiales, empezando por la propia ropa, pasando por objetos personales, y terminando por alimentos. Tras esa extraña acción, Micaela se perdió en la espesura, y regresó portando una enorme olla con líquido en su interior, que lanzó al fuego. A partir de entonces los ánimos se exaltaron aun mas, siendo quemados vivos unos cerdos, que según la anfitriona tenían el demonio dentro.
Tras una incomprensible ceremonia de matrimonio entre dos jóvenes presentes, y llevaba a cabo por la propia Micaela, se dio paso a la peor parte. Ahora debían quitarse la vida. Todos tomaron entre sus manos cuchillos y navajas, intentando clavárselo en pecho y abdomen. Pero ninguno fue capaz de culminar el acto, y decidieron apuñalarse mutuamente. La sangre manaba por doquier, aunque la profundidad de las heridas no era mucha. Incluso tuvieron la brillante idea de que, ya que no eran capaces de matarse a puñaladas, se quitarían la piel a tiras.
Fue Micaela, entre grandes gritos, quien logró despellejarse las manos y pies, haciendo el grupo lo mismo casi al instante. Algunos deseaban experimentar las llagas de Cristo, y se dedicaron a la labor de hacerse cortes en muñecas, frente, costado y dorso de los pies. La locura era tal, que todos se atacaron entre sí, arrancándose los cabellos. Mechones de pelo envueltos en sangre rodeaban la dramática escena. Después de eso, quisieron rematar golpeándose con sogas de esparto, flagelándose todos de mutuo acuerdo.
Así finalizó la masacre, con la débil voz de Micaela diciendo que había que esperara a la salida del sol, para que Dios los acogiera en el cielo. En tan pésimo estado mental y físico pasaron la noche, unos tirados en el suelo medio muertos, y otros caminando como autómatas y con la mirada pérdida.

Juicio Inédito


Al día siguiente, la Guardia Civil que acudió a la zona motivada por los comentarios de un posible incendio, no salía de su asombro al ver aquel dantesco espectáculo. Con delicadeza, aquellas personas fueron tapadas con mantas y alimentadas, para posteriormente ser puestos a disposición judicial bajo el cargo de lesiones e incendio. A raíz de ahí, se llevó a cabo un juicio inédito en la historia de nuestro país, por varios motivos…
Principalmente, porque los auténticos culpables salieron totalmente impunes de la catástrofe. En ningún momento buscaron al Padre José, causante de la fanatización, quién huyó durante el ritual, el cual contempló escondido y asombrado tras las zarzas. Y es que se le había ido la mano en sus predicaciones.
Tampoco fue requerida la presencia de Teresita Villatoros, la misteriosa firmante de las cartas religiosas que llegaban al pueblo, y compañera de Mateo Romero, el otro visitante desconocido. A pesar de saber todo el mundo que residía en una determinada casa de la barriada del Perchel, en la capital malagueña, las autoridades ni siquiera la reclamaron para testificar. Una vez más en la historia de España, la justicia hizo de todo menos justicia.
 El otro aspecto inédito del juicio fue el uso que se le dio a “una nueva ciencia que en un futuro podría ser muy útil de cara a la justicia”. Esa ciencia aun en pañales era la hipnosis. Imagínense un juicio público que había atraído la mirada de todos los medios de comunicación nacional, y miles de curiosos, durante el cual se realizan auténticas sesiones hipnóticas por parte de los miembros del jurado hacia los imputados. Aquello tuvo que ser todo un espectáculo.
Pero no era desmedido el hecho de usar prácticas hipnóticas en la sala, ya que lo que pretendían era saber si aquellas pobres gentes habían sido sugestionadas de alguna manera, dando resultados positivos y asombrosos. Finalmente, el juez y miembros del jurado decidieron imponer una multa y diversos meses de cárcel a la mayor parte de los habitantes de Tolox que habían participado en el ritual. Y por supuesto, el peor de los castigos, que fue arrastrar hasta nuestros días una terrible fama de “iluminados”, algo que aun a día de hoy causa rubor entre los toloxeños, y más concretamente entre sus descendientes.       

Nuevas Investigaciones


 Pero no era desmedido el hecho de usar prácticas hipnóticas en la sala, ya que lo que pretendían era saber si aquellas pobres gentes habían sido sugestionadas de alguna manera, dando resultados positivos y asombrosos. Finalmente, el juez y miembros del jurado decidieron imponer una multa y diversos meses de cárcel a la mayor parte de los habitantes de Tolox que habían participado en el ritual. Y por supuesto, el peor de los castigos, que fue arrastrar hasta nuestros días una terrible fama de “iluminados”, algo que aun a día de hoy causa rubor entre los toloxeños, y más concretamente entre sus descendientes.

Nuevas Investigaciones
A pesar de que las autoridades dieron por zanjado el asunto sin apenas entrar en detalles, ni de buscar a los auténticos culpables, cualquier investigador medianamente inteligente y observador, hubiera podido entrever la verdad en diferentes factores. Principalmente, en el propio juicio oral, y secundariamente, en la memoria popular que reposa en los diferentes pueblos de la provincia de Málaga. Partiendo de ambas cosas, y ciento veinte años después, he podido crear una línea bastante fiable de actos que explicarían la historia desde el principio.
Retrocediendo a aquella España sumergida en el caos social y en la guerra de Cuba, vemos el nacimiento en Málaga de un Gabinete Espirita, dirigido por una mujer llamada Teresita Villatoros, supuesta médium que ayudaba a las madres a saber el paradero de sus hijos perdidos en la susodicha guerra, y por Mateo Romero, su compañero, quizá sentimental, especializado en esa nueva ciencia que era la hipnosis, con una gran experiencia y don de sugestión.
En un determinado momento en que ambos pasean por el centro de málaga, se encuentran con un sacerdote que se hallaba en ese momento gritando sus prédicas en plena calle, sobre un posible fin del mundo que se hallaba muy cercano. Nace un “amor a primera vista”, y tras una conversación breve, los tres se unen en una carrera imparable que les proporcionaría modestos beneficios económicos.
El Padre José no era sacerdote, sino un ex-recluso que había estado encarcelado en la prisión de Granada y en el Penal de Ceuta, por delitos de robo, intento de violación y estafa. Desde luego, aquel era un gran fichaje para una nueva sociedad secreta basada en el engaño y la sugestión de masas.
La memoria popular que aun reside en la gente más anciana a través de la tradición oral, recuerda la llegada de aquel falso sacerdote a diferentes localidades de Málaga, e incluso de otras provincias. El “modus operantis” era siempre el mismo, basado en el engaño a través del supuesto fin del mundo, y las prédicas que obligaban a la negación de lo material, donde entraba el dinero y los objetos de valor, que era requerido por el falso sacerdote para “obras de caridad”, siendo repartido el botín entre los tres integrantes del movimiento secreto malagueño.
Cierta vez recibe Teresita la visita de una mujer del pueblo de Tolox, una tal Isabel Gallardo Pato, cuyo hijo marchó a Cuba para combatir, y del que no sabía nada desde hacía tiempo. Durante aquella visita, el Padre José se fija en el cuerpo espectacular de la joven mujer, recientemente enviudada, y decide probar suerte en sus prédicas en el pueblo de Tolox, y si fuera posible, en el cuerpo de aquella bella señora.
El falso sacerdote le plantea a Isabel la posibilidad de instaurar en su pueblo un moviendo religioso basado en el amor al prójimo, la penitencia, y la devoción cristiana, ya que el fin del mundo está cercano. Isabel, que es muy devota a la par de bella, lo acepta, e incluso se siente privilegiada de que el Padre José se pueda alojar en su casa.
De esta manera, llega el movimiento de las “Cuatro Columnas” a Tolox. Los dogmas durante las reuniones son acompañados de cartas que Teresita envía desde Málaga, para reforzar la fe. También son importantes las visitas que Mateo, el hipnólogo, realiza al pueblo, donde sugestiona con sus artes a cada uno de los presentes, consiguiendo en mayor o menor medida que crean con más ímpetu en aquel inminente fin del mundo.
Uno de aquellos devotos, el Pilonso, cae rápidamente en trance tras el más mínimo impulso hipnótico (aquello se demostró durante el juicio), con lo cual el Padre José decide realizar una pantomima donde jugaría un papel muy importante la Virgen María. Habían dos objetivos: aumentar la fe ante estas visiones de Miguel, y obtener un reloj de oro macizo que atesoraba el alcalde del pueblo.
 Ya durante el juicio oral, el Pilonso reconoce que la Virgen María tenía un “espectacular” parecido con la hija de Isabel Gallardo, y el niño Jesús lo tenía a su vez con el nieto de la misma Isabel. Evidentemente, aquello había sido una farsa hipnótica apoyada por estas dos personas, lo que no significa que Isabel, su hija y su nieto (que ya tenía varios años), engañaran por voluntad propia, sino que fueron convencidos de que aquello era lo mejor para el apogeo de la “secta”.
Por eso, cuando el Pilonso golpea esa noche en la casa de las cuatro mujeres, ellas salen rápidas a su encuentro. Y es que ya sabían de la curiosa cita. Evidentemente, los sucesos paranormales en el cementerio no son tales, sino que fueron preparados pro el alcalde del pueblo para espantar a la gente, y de esa manera dejar en paz el reposo de su hijo muerto.
En diversas ocasiones, la práctica de la hipnosis fue acompañada por el uso de alucinógenos, tales como el Beleño y la Belladona, que son muy frecuentes en la zona. Aquello apoyaba en gran medida la operación de fanatizar a la gente de manera colectiva. Durante el juicio oral, el Pilonso explicaría como a veces, tras ser invitado a casa de Isabel para comer rosquillas y leche, veía cómo las cosas a su alrededor se movían, y se sentía tan envenenado que una vez pasó nueve días en esa casa, obligado a realizar las tareas de limpieza, sin que pudiera negarse dado su estado.
Incluso, en el mismo juicio oral, varios testigos afirmaron que durante el ritual mítico, Micaela volcó una gran olla con líquido y plantas sobre el fuego, a raíz de lo cual todos se sintieron adormecidos y más fácilmente “manejables”. Pronto se demostraría que aquella olla llevaba Beleño en sus entrañas.
 En definitiva, la fanatización fue tal en el pueblo de Tolox, que al Padre José, Teresita y Mateo, se les fue el asunto de las manos. Nunca hubieran imaginado un intento de suicidio. Su meta era solo el obtener dinero y objetos de valor. Pero la fe humana llevaba a determinados extremos, puede causar estragos, y esta historia es la mejor muestra. Por eso, cuando el falso sacerdote, que observaba la escena escondido, vio lo que estaba sucediendo, huyó despavorido para continuar su labor de engaño y robo en otros lugares lejanos.  
          
 Sacerdote Emparedado
Pero, ¿qué fue del Padre José y de Teresita Villatoros? De esta última nada se sabe. Jueces y jurado permitieron que la villana continuara ejerciendo su labor de engañar a las pobres gentes desde su gabinete en la barriada del Perchel, y quién sabe, quizá también ejerciera su ya ajado disfraz de “santa” en su secreta sociedad de bulos y engaños, aunque por otros lugares lejanos. Y del Padre José, nada más se supo. Huyó, y nunca fue buscado, ni se hizo el menor intento de dar con él. Pero una reciente investigación de campo en los cien pueblos malagueños ha dado como resultado una espectacular historia.
Desde hace décadas, una curiosa leyenda, con grandes visos de ser real, se cierne sobre un pequeño pueblecito de la Axarquía malagueña. Hablamos de la pedanía de Daimalos, en la localidad de Arenas. Cuenta la gente más mayor, historia que es avalada por dos de sus ex-alcaldes, que hace más de un siglo, concretamente sobre el año 1890, un sacerdote de extraño aspecto llego a la villa….
Aquel hombre decía venir del obispado, pero bien sabían todos que la pedanía no había tenido nunca un sacerdote, ya que las misas se oficiaban en el propio pueblo de Arenas, del que dependían. Además, ante la petición de documentos que acreditaran lo que afirmaba, el sacerdote se negada a darlos, fingiendo un gran enfado por poner en entredicho su autoridad eclesiástica.
Finalmente es aceptado, y desde entonces comienzan a suceder hechos inconcebibles. Diversos objetos del templo desaparecen a pesar de ser el propio cura el único portador de la llave. Pronto se sospecha de él, y comienza a resultar incómoda para el vecindario su sola presencia. En poco tiempo, sus actos son más desvergonzados, engañando y robando ante las narices mismas de algunos habitantes de Daimalos.
Pero lo peor llega cuando ronda a las mujeres de la villa hasta conseguir de cierto número de ellas favores sexuales. Aquello colmó la paciencia de los hombres de la zona, que según cuentan lo emparedaron vivo junto a la iglesia, en un montículo creado a tal efecto. Muerto de forma natural o asesinado, dicen que el falso sacerdote descansa en un pequeño habitáculo en el exterior de la iglesia, un montículo que tapona una puerta, y hace más estrecho aun el callejón, restando estética a la zona. Aunque a veces se han solicitado permisos para eliminar la estructura y descubrir lo que hay en su interior, la iglesia se ha negado rotundamente, alegando estar dentro de sus dominios. ¿Ocultan algo…?
Sea como fuere, si aquel falso sacerdote es el mismo que el de Tolox, y todo hace aparentar que así fue, un enterramiento de ese tipo le hubiera estado más que merecido.

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