OSCURA TRAMA DEL FIN DEL MUNDO
Eran tiempos oscuros para
nuestro país. España se debatía entre las continuas revueltas
políticas, la guerra de Cuba que arrastraba a nuestros soldados al otro
lado del atlántico, y los terribles terremotos que asolaban a la región
Andaluza, sumiendo en el más profundo caos a los humildes habitantes de
pequeñas localidades.
En
ese escenario de desconcierto llega al pueblo de Tolox, en plena sierra
malagueña, un extraño personaje vestido con hábitos sacerdotales. Corría
el mes de Febrero del año 1885. Era noche cerrada, y los lugareños
seguían con la mirada a aquel extraño personaje de mirada penetrante y
andar seguro.
Con paso ágil, se adentró en la Calle
Ancha, golpeando con los nudillos en la puerta de la vivienda de una
mujer conocida por todos los habitantes del poblado, Isabel Gallardo
Pato. La puerta se abrió y sin mediar palabra, el sacerdote pasó al
interior.
Aunque algunos pensaron en aquel momento
que Isabel, que hacía poco enviudó, mantenía relaciones con aquel
misterioso inquilino. Y es que la señora Gallardo estaba de buen ver.
Pero al día siguiente todos entendieron el motivo de tan inusual visita.
El monje, que se hizo llamar Padre José, buscaba crear en el pueblo un
movimiento religioso que les ayudara a todos a realizar la penitencia
necesaria para ir al cielo “más livianos”. El rechazo a los bienes
materiales y la oración, eran los factores principales para enfrentarse a
un, según el nuevo gurú, inminente fin del mundo.
Pronto aquella idea caló de manera
efectiva en los habitantes de la villa de Tolox, y es que el actual
panorama social y político del país, unido a los desastres naturales,
hacían entrever que “algo se estaba moviendo en los cielos”. De esa
manera, el caldo de cultivo estaba preparado para acoger las prédicas
del Padre José, que eligió inteligentemente a cuatro mujeres de la
localidad, denominadas desde ese momento como “las cuatro columnas”,
para depositar en ellas el tesoro de su fe, las cuales transmitirían con
una mayor confianza aquellos dogmas a sus paisanos.
Aquella “secta” comenzó a funcionar de
manera inmediata. Eran muchos los que acudían prestos a las reuniones
diarias que se celebraban en casa de alguna de estas mujeres elegidas
aparentemente al azar, Isabel Gallardo Pato, Micaela Merchán Vera,
Josefa Márquez y Ana Mesa. Allí se oraba y se leían versículos de un
extraño libro del que aun a día de hoy, nadie conoce nada: El Amante de
Jesucristo. Esa obra quizá de edición única, calaba con más fuerza ante
la visión aterradora de una figura de Jesús de Nazaret, a tamaño
natural, que el sacerdote guardaba en una habitación. Nadie sabía de qué
manera ni cuando había sido trasladada allí, pero todos coincidían en
su aspecto diabólico y espectral. Y es que el miedo es una de las
mejores cartas con las que han jugado todas las “sectas” a lo largo de
la historia.
A veces, el Padre José se hacía
acompañar de la presencia de Mateo Romero, un señor al que nadie
conocía, pero que se apodaba el “santo”. Solía encerrarse a solas con
cada uno de los adeptos, para “fortalecer” su fe en Dios y en los
Santos. A la vez, unas cartas llegadas desde Málaga y firmadas por una
tal Teresita Villatoros, apodada la “santa”, surtían un apacible efecto
entre aquellas mentes inocentes y cristianas. Aquellas buenas gentes no
necesitaban de pruebas ni de documentos, solo de conocimientos de una
nueva tendencia que les ayudaría a avanzar espiritualmente.
Las Visiones del Pilonso
Había en Tolox un joven, Miguel Soto
Martín, conocido por “el Pilonso”, que vivía con su padre junto al
Arroyo de la Viña, donde eran dueños de unos huertos en los que
trabajaba con gran dedicación. Cuando acababan las prédicas del Padre
José en casa de Isabel, corría dispuesto a dedicar varias horas a la
recogida de frutas y hortalizas, hasta que el sol se escondiera tras las
montañas rondeñas de la Sierra de las Nieves.
Un buen día caminaba solo por aquellos
parajes, cuando encontró en su camino a un niño de pocos meses tirado en
el suelo. El asombro fue enorme cuando divisó en una de sus manitas un
reloj, y en la otra un crucifijo. De pronto, de los labios de aquella
criatura surgieron las palabras: “Mundo, Mundo”. El Pilonso, que no
podía creer lo que veía, le preguntó qué quería decir, a lo que el niño
expresó: “Que el mundo va a dar un tumbo”.
En ese momento, un sonido a su espalda
lo sacó de su aturdimiento. Tras él, una señora con ropajes blancos y
las palmas de las manos extendidas lo mirada fijamente. Se presentó como
la Virgen María, y ante la admiración de Miguel, que incluso se
arrodilló ante ella a punto de llorar, le hizo una curiosa petición.
Debía ir esa noche a la casa de cuatro
mujeres del pueblo, golpear en sus puertas, y con ellas encaminarse a
casa del alcalde. Allí debían solicitar la llave del cementerio y un
reloj que atesoraba el propio señor Del Río y que era de inmenso valor.
Después, debían ir en comitiva a la necrópolis y orar en su interior por
el alma de un joven que acababa de morir recientemente en un accidente.
Era el propio hijo del alcalde. Pilonso aceptó y salió corriendo de
aquel lugar, sin mirar atrás.
Esa noche cumplió lo prometido. Golpeó
en las puertas de las cuatro mujeres que la Virgen le había indicado.
Las señoras, como si estuvieran esperando de antemano, salieron rápidas
con el velo puesto y sin hacer preguntas. El Pilonso consideró aquello
como “cosa de Dios”. Al llegar a la casa de José del Río, recibieron una
rotunda negativa, tanto de la llave como del reloj. Es más, el hombre
los echó a patadas de su casa, gritando a los cuatro vientos que no
jugaran con el honor de su hijo muerto.
Aun así, el grupo del Pilonso y las
cuatro mujeres, que se había agrandado hasta contar con casi la
totalidad de habitantes de Tolox, se dirigió al cementerio para orar al
otro lado de la valla. Al poco de estar allí, unos golpes y gritos
dentro del camposanto sorprendieron a todos los presentes, que
comenzaron a huir en estampida. La presencia del Padre José entre el
grupo, fue el detonante para pensar que aquello era cosa de brujería y
de magia negra, y que el culpable de todo aquello no podía ser otro que
el extraño sacerdote. El cambio fue tan radical en el pensamiento de la
gran mayoría del pueblo, que el Padre José fue desterrado a pedradas del
casco urbano.
Llegada a Río Verde
El obstinado sacerdote no paralizó ahí sus prédicas, sino que
aprovechando la presencia de una de sus “cuatro columnas”, Micaela
Merchán, en Río Verde, decidió continuar allí transmitiendo sus dogmas
del fin del mundo. Río Verde es una zona perteneciente al término de
Tolox, pero que se halla a más de diez kilómetros del casco urbano,
distando varias horas de camino entre ambos puntos.
Allí habitaba la gente más humilde y
pobre de la localidad, viviendo en casas de piedra y otros elementos
rudimentarios, con sus pequeñas plantaciones en las inmediaciones.
Micaela Merchán era la “columna” más
fanática de todas, la que había acogido con más ímpetu las ideas
revolucionarias que el Padre José había traído al pueblo. De esa manera y
dominando hábilmente a sus más de treinta vecinos de Río Verde, ayudó a
continuar en aquellos parajes con el movimiento religioso anteriormente
instituido. Pero según pasaba el tiempo, Micaela fue asumiendo las
funciones como si fueran propias, llegando a un punto en el que dejaba
en cierto modo de lado al Padre José, para sentirse protagonista de la
historia.
No tardaría mucho en creer ser la
encarnación de la Virgen María en la tierra. Su forma de hablar y su
poder de convicción era tal, que pronto convenció a sus vecinos de su
propia divinidad, y de que ahora era ella la que los guiaría de manera
adecuada para enfrentarse con el inminente fin del mundo.
Las reuniones en su casa acogían a más
de treinta personas, familias que se apretujaban de la manera mejor para
poder caber en tan pequeña casa. Un mal día, Micaela decidió algo que
cambiaría el rumbo de los acontecimientos, un suceso que ni el Padre
José llegaba a sospechar. La fanatizada mujer tuvo el convencimiento de
que si el fin del mundo estaba próximo, lo mejor sería terminar con sus
vidas cuanto antes, previa destrucción de sus bienes materiales, para
subir al cielo y “tomar lo mejores asientos” junto a Dios. El resultado
de aquella idea fue aterrador, y marcó la historia no solo de málaga,
sino de España entera.
Un Ritual Dantesco
Conocido como “la Noche de los
Iluminados”, aquel suceso cambiaría de por vida el rumbo de aquellas
personas, y también de sus descendientes hasta nuestra más reciente
actualidad. Fue un 18 de Marzo de 1886 cuando Micaela Merchán Vera
decidió realizar aquel suicidio colectivo, en mitad del llano que
existía delante de su casa. En plena noche de invierno, Rio Verde se
convirtió en escenario de espectáculo terrible, digno de la ciencia
ficción.
La fanatizada mujer gritaba y
gesticulaba locamente, advirtiendo del fin del mundo, mientras sus
devotos se arrodillaban a sus pies. La enorme figura de Jesús de Nazaret
y el libro de “El Amante de Jesucristo” completaban la escena.
Prontamente encendieron una gran hoguera, alrededor de la cual todos
empezaron a danzar.
Micaela, siendo imitada por todos, hacía
extraños movimientos con su cuerpo, se contorsionaba, asegurando que de
esa manera recibirían el mana del cielo. Para asombro de todos, comenzó
a quitarse la ropa, pidiendo a los demás que hicieran lo mismo, ya que
así recibirían dicho maná de una manera más efectiva.
Era tal el desequilibrio mental de los
presentes, que sin dudarlo se arrancaron sus vestimentas, mostrando sus
intimidades sin pudor. Solo dos o tres personas se resistieron, pero
fueron obligados por los demás, entre lágrimas de impotencia. Ya no
había manera de echarse atrás en el ritual.
-Dentro de pocas horas ya no seremos de
este mundo, sino del otro. Ahora vamos a destruir todas nuestras
posesiones carnales, que sólo nos sirven para atarnos a un planeta que
va a ser destruido. Ahora nos basta con la gracia de Dios, que cae en
estos momentos sobre nosotros- disertó la señora Merchán, sintiéndose
inspirada.
La propia Micaela, ayudada de unas
ramas, tomó fuego de la hoguera e incendió su choza, que al ser de
material rudimentario, ardió enseguida. Aquella locura fue respaldada
por las familias que tenían casa a pocos metros, las cuales comenzaron a
arder a los pocos minutos. El fuego rodeaba a Rio Verde, aunque era
disimulado por los árboles de las inmediaciones.
Lo siguiente fue lanzar a la hoguera
todas las posesiones materiales, empezando por la propia ropa, pasando
por objetos personales, y terminando por alimentos. Tras esa extraña
acción, Micaela se perdió en la espesura, y regresó portando una enorme
olla con líquido en su interior, que lanzó al fuego. A partir de
entonces los ánimos se exaltaron aun mas, siendo quemados vivos unos
cerdos, que según la anfitriona tenían el demonio dentro.
Tras una incomprensible ceremonia de
matrimonio entre dos jóvenes presentes, y llevaba a cabo por la propia
Micaela, se dio paso a la peor parte. Ahora debían quitarse la vida.
Todos tomaron entre sus manos cuchillos y navajas, intentando clavárselo
en pecho y abdomen. Pero ninguno fue capaz de culminar el acto, y
decidieron apuñalarse mutuamente. La sangre manaba por doquier, aunque
la profundidad de las heridas no era mucha. Incluso tuvieron la
brillante idea de que, ya que no eran capaces de matarse a puñaladas, se
quitarían la piel a tiras.
Fue Micaela, entre grandes gritos, quien
logró despellejarse las manos y pies, haciendo el grupo lo mismo casi
al instante. Algunos deseaban experimentar las llagas de Cristo, y se
dedicaron a la labor de hacerse cortes en muñecas, frente, costado y
dorso de los pies. La locura era tal, que todos se atacaron entre sí,
arrancándose los cabellos. Mechones de pelo envueltos en sangre rodeaban
la dramática escena. Después de eso, quisieron rematar golpeándose con
sogas de esparto, flagelándose todos de mutuo acuerdo.
Así finalizó la masacre, con la débil
voz de Micaela diciendo que había que esperara a la salida del sol, para
que Dios los acogiera en el cielo. En tan pésimo estado mental y físico
pasaron la noche, unos tirados en el suelo medio muertos, y otros
caminando como autómatas y con la mirada pérdida.
Juicio Inédito
Al día siguiente, la Guardia Civil que
acudió a la zona motivada por los comentarios de un posible incendio, no
salía de su asombro al ver aquel dantesco espectáculo. Con delicadeza,
aquellas personas fueron tapadas con mantas y alimentadas, para
posteriormente ser puestos a disposición judicial bajo el cargo de
lesiones e incendio. A raíz de ahí, se llevó a cabo un juicio inédito en
la historia de nuestro país, por varios motivos…
Principalmente, porque los auténticos
culpables salieron totalmente impunes de la catástrofe. En ningún
momento buscaron al Padre José, causante de la fanatización, quién huyó
durante el ritual, el cual contempló escondido y asombrado tras las
zarzas. Y es que se le había ido la mano en sus predicaciones.
Tampoco fue requerida la presencia de
Teresita Villatoros, la misteriosa firmante de las cartas religiosas que
llegaban al pueblo, y compañera de Mateo Romero, el otro visitante
desconocido. A pesar de saber todo el mundo que residía en una
determinada casa de la barriada del Perchel, en la capital malagueña,
las autoridades ni siquiera la reclamaron para testificar. Una vez más
en la historia de España, la justicia hizo de todo menos justicia.
El otro aspecto inédito del juicio fue
el uso que se le dio a “una nueva ciencia que en un futuro podría ser
muy útil de cara a la justicia”. Esa ciencia aun en pañales era la
hipnosis. Imagínense un juicio público que había atraído la mirada de
todos los medios de comunicación nacional, y miles de curiosos, durante
el cual se realizan auténticas sesiones hipnóticas por parte de los
miembros del jurado hacia los imputados. Aquello tuvo que ser todo un
espectáculo.
Pero no era desmedido el hecho de usar
prácticas hipnóticas en la sala, ya que lo que pretendían era saber si
aquellas pobres gentes habían sido sugestionadas de alguna manera, dando
resultados positivos y asombrosos. Finalmente, el juez y miembros del
jurado decidieron imponer una multa y diversos meses de cárcel a la
mayor parte de los habitantes de Tolox que habían participado en el
ritual. Y por supuesto, el peor de los castigos, que fue arrastrar hasta
nuestros días una terrible fama de “iluminados”, algo que aun a día de
hoy causa rubor entre los toloxeños, y más concretamente entre sus
descendientes.
Pero
no era desmedido el hecho de usar prácticas hipnóticas en la sala, ya
que lo que pretendían era saber si aquellas pobres gentes habían sido
sugestionadas de alguna manera, dando resultados positivos y asombrosos.
Finalmente, el juez y miembros del jurado decidieron imponer una multa y
diversos meses de cárcel a la mayor parte de los habitantes de Tolox
que habían participado en el ritual. Y por supuesto, el peor de los
castigos, que fue arrastrar hasta nuestros días una terrible fama de
“iluminados”, algo que aun a día de hoy causa rubor entre los toloxeños,
y más concretamente entre sus descendientes.
Nuevas Investigaciones
A pesar de que las autoridades dieron
por zanjado el asunto sin apenas entrar en detalles, ni de buscar a los
auténticos culpables, cualquier investigador medianamente inteligente y
observador, hubiera podido entrever la verdad en diferentes factores.
Principalmente, en el propio juicio oral, y secundariamente, en la
memoria popular que reposa en los diferentes pueblos de la provincia de
Málaga. Partiendo de ambas cosas, y ciento veinte años después, he
podido crear una línea bastante fiable de actos que explicarían la
historia desde el principio.
Retrocediendo a aquella España sumergida
en el caos social y en la guerra de Cuba, vemos el nacimiento en Málaga
de un Gabinete Espirita, dirigido por una mujer llamada Teresita
Villatoros, supuesta médium que ayudaba a las madres a saber el paradero
de sus hijos perdidos en la susodicha guerra, y por Mateo Romero, su
compañero, quizá sentimental, especializado en esa nueva ciencia que era
la hipnosis, con una gran experiencia y don de sugestión.
En un determinado momento en que ambos
pasean por el centro de málaga, se encuentran con un sacerdote que se
hallaba en ese momento gritando sus prédicas en plena calle, sobre un
posible fin del mundo que se hallaba muy cercano. Nace un “amor a
primera vista”, y tras una conversación breve, los tres se unen en una
carrera imparable que les proporcionaría modestos beneficios económicos.
El Padre José no era sacerdote, sino un
ex-recluso que había estado encarcelado en la prisión de Granada y en el
Penal de Ceuta, por delitos de robo, intento de violación y estafa.
Desde luego, aquel era un gran fichaje para una nueva sociedad secreta
basada en el engaño y la sugestión de masas.
La memoria popular que aun reside en la
gente más anciana a través de la tradición oral, recuerda la llegada de
aquel falso sacerdote a diferentes localidades de Málaga, e incluso de
otras provincias. El “modus operantis” era siempre el mismo, basado en
el engaño a través del supuesto fin del mundo, y las prédicas que
obligaban a la negación de lo material, donde entraba el dinero y los
objetos de valor, que era requerido por el falso sacerdote para “obras
de caridad”, siendo repartido el botín entre los tres integrantes del
movimiento secreto malagueño.
Cierta vez recibe Teresita la visita de
una mujer del pueblo de Tolox, una tal Isabel Gallardo Pato, cuyo hijo
marchó a Cuba para combatir, y del que no sabía nada desde hacía tiempo.
Durante aquella visita, el Padre José se fija en el cuerpo espectacular
de la joven mujer, recientemente enviudada, y decide probar suerte en
sus prédicas en el pueblo de Tolox, y si fuera posible, en el cuerpo de
aquella bella señora.
El falso sacerdote le plantea a Isabel
la posibilidad de instaurar en su pueblo un moviendo religioso basado en
el amor al prójimo, la penitencia, y la devoción cristiana, ya que el
fin del mundo está cercano. Isabel, que es muy devota a la par de bella,
lo acepta, e incluso se siente privilegiada de que el Padre José se
pueda alojar en su casa.
De esta manera, llega el movimiento de
las “Cuatro Columnas” a Tolox. Los dogmas durante las reuniones son
acompañados de cartas que Teresita envía desde Málaga, para reforzar la
fe. También son importantes las visitas que Mateo, el hipnólogo, realiza
al pueblo, donde sugestiona con sus artes a cada uno de los presentes,
consiguiendo en mayor o menor medida que crean con más ímpetu en aquel
inminente fin del mundo.
Uno de aquellos devotos, el Pilonso, cae
rápidamente en trance tras el más mínimo impulso hipnótico (aquello se
demostró durante el juicio), con lo cual el Padre José decide realizar
una pantomima donde jugaría un papel muy importante la Virgen María.
Habían dos objetivos: aumentar la fe ante estas visiones de Miguel, y
obtener un reloj de oro macizo que atesoraba el alcalde del pueblo.
Ya durante el juicio oral, el Pilonso
reconoce que la Virgen María tenía un “espectacular” parecido con la
hija de Isabel Gallardo, y el niño Jesús lo tenía a su vez con el nieto
de la misma Isabel. Evidentemente, aquello había sido una farsa
hipnótica apoyada por estas dos personas, lo que no significa que
Isabel, su hija y su nieto (que ya tenía varios años), engañaran por
voluntad propia, sino que fueron convencidos de que aquello era lo mejor
para el apogeo de la “secta”.
Por eso, cuando el Pilonso golpea esa
noche en la casa de las cuatro mujeres, ellas salen rápidas a su
encuentro. Y es que ya sabían de la curiosa cita. Evidentemente, los
sucesos paranormales en el cementerio no son tales, sino que fueron
preparados pro el alcalde del pueblo para espantar a la gente, y de esa
manera dejar en paz el reposo de su hijo muerto.
En diversas ocasiones, la práctica de la
hipnosis fue acompañada por el uso de alucinógenos, tales como el
Beleño y la Belladona, que son muy frecuentes en la zona. Aquello
apoyaba en gran medida la operación de fanatizar a la gente de manera
colectiva. Durante el juicio oral, el Pilonso explicaría como a veces,
tras ser invitado a casa de Isabel para comer rosquillas y leche, veía
cómo las cosas a su alrededor se movían, y se sentía tan envenenado que
una vez pasó nueve días en esa casa, obligado a realizar las tareas de
limpieza, sin que pudiera negarse dado su estado.
Incluso, en el mismo juicio oral, varios
testigos afirmaron que durante el ritual mítico, Micaela volcó una gran
olla con líquido y plantas sobre el fuego, a raíz de lo cual todos se
sintieron adormecidos y más fácilmente “manejables”. Pronto se
demostraría que aquella olla llevaba Beleño en sus entrañas.
En definitiva, la fanatización fue tal
en el pueblo de Tolox, que al Padre José, Teresita y Mateo, se les fue
el asunto de las manos. Nunca hubieran imaginado un intento de suicidio.
Su meta era solo el obtener dinero y objetos de valor. Pero la fe
humana llevaba a determinados extremos, puede causar estragos, y esta
historia es la mejor muestra. Por eso, cuando el falso sacerdote, que
observaba la escena escondido, vio lo que estaba sucediendo, huyó
despavorido para continuar su labor de engaño y robo en otros lugares
lejanos.
Sacerdote Emparedado
Pero, ¿qué fue del Padre José y de
Teresita Villatoros? De esta última nada se sabe. Jueces y jurado
permitieron que la villana continuara ejerciendo su labor de engañar a
las pobres gentes desde su gabinete en la barriada del Perchel, y quién
sabe, quizá también ejerciera su ya ajado disfraz de “santa” en su
secreta sociedad de bulos y engaños, aunque por otros lugares lejanos. Y
del Padre José, nada más se supo. Huyó, y nunca fue buscado, ni se hizo
el menor intento de dar con él. Pero una reciente investigación de
campo en los cien pueblos malagueños ha dado como resultado una
espectacular historia.
Desde hace décadas, una curiosa leyenda,
con grandes visos de ser real, se cierne sobre un pequeño pueblecito de
la Axarquía malagueña. Hablamos de la pedanía de Daimalos, en la
localidad de Arenas. Cuenta la gente más mayor, historia que es avalada
por dos de sus ex-alcaldes, que hace más de un siglo, concretamente
sobre el año 1890, un sacerdote de extraño aspecto llego a la villa….
Aquel hombre decía venir del obispado,
pero bien sabían todos que la pedanía no había tenido nunca un
sacerdote, ya que las misas se oficiaban en el propio pueblo de Arenas,
del que dependían. Además, ante la petición de documentos que
acreditaran lo que afirmaba, el sacerdote se negada a darlos, fingiendo
un gran enfado por poner en entredicho su autoridad eclesiástica.
Finalmente es aceptado, y desde entonces
comienzan a suceder hechos inconcebibles. Diversos objetos del templo
desaparecen a pesar de ser el propio cura el único portador de la llave.
Pronto se sospecha de él, y comienza a resultar incómoda para el
vecindario su sola presencia. En poco tiempo, sus actos son más
desvergonzados, engañando y robando ante las narices mismas de algunos
habitantes de Daimalos.
Pero lo peor llega cuando ronda a las
mujeres de la villa hasta conseguir de cierto número de ellas favores
sexuales. Aquello colmó la paciencia de los hombres de la zona, que
según cuentan lo emparedaron vivo junto a la iglesia, en un montículo
creado a tal efecto. Muerto de forma natural o asesinado, dicen que el
falso sacerdote descansa en un pequeño habitáculo en el exterior de la
iglesia, un montículo que tapona una puerta, y hace más estrecho aun el
callejón, restando estética a la zona. Aunque a veces se han solicitado
permisos para eliminar la estructura y descubrir lo que hay en su
interior, la iglesia se ha negado rotundamente, alegando estar dentro de
sus dominios. ¿Ocultan algo…?
Sea como fuere, si aquel falso sacerdote
es el mismo que el de Tolox, y todo hace aparentar que así fue, un
enterramiento de ese tipo le hubiera estado más que merecido.
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