jueves, 30 de mayo de 2013

Fenómenos extraños en el cementerio de San Miguel.



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 El monumental y misterioso Cementerio de San Miguel


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         De estilo neoclásico, el Cementerio de San Miguel de Málaga es considerado uno de los principales cementerios monumentales de Andalucía y de España. Este Cementerio, bendecido en 1810, es una de las pocas necrópolis del siglo XVIII que han llegado hasta nuestros días prácticamente íntegras. El Cementerio alberga magníficos panteones en los cuáles reposan los personajes más ilustres de la burguesía malagueña del siglo XIX que jugaron un papel esencial en el desarrollo de la ciudad. En está necrópolis también reposan los restos de personajes célebres como Salvador Rueda (periodista y poeta), José Moreno Carbonero (pintor), Eduardo Strachan Viana- Cárdenas (reconocido arquitecto), entre otros.

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  En la ermita del Cementerio de San Miguel hay un cuadro que representa a las “Ánimas Negras”. Según la leyenda, las ánimas benditas que todavía están en el Purgatorio tienen la capacidad de interceder en favor de las súplicas de los fieles que acuden a la ermita. Con sus ofrendas, los fieles reviven las ánimas, las cuales pueden ascender a los cielos y, por ello, luego interceden por esas personas (se puede decir que “como forma de agradecimiento”).

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 Este Cementerio monumental y romántico, de gran belleza y riqueza arquitectónica, y escultural no escapa de lo tenebroso…
            Uno de los fenómenos más misteriosos que ocurre en el cementerio de San Miguel está relacionado con la escritora norteamericana James Bowles, cuyos restos descansan en este cementerio desde 1973. Desde entonces, son varios los que afirman haber visto a una mujer que acude a rezar a su tumba. Esta mujer, de aspecto extravagante, siempre acudía a visitar la tumba de Bowles en los aniversarios de su muerte y fuera del horario de apertura del Cementerio. Esta misteriosa dama se situaba ante la tumba de la escritora con una actitud contemplativa.  Esta actitud, así como lo misterioso que rodean las visitas, despertó la curiosidad de los vigilantes del cementerio. Pero siempre que intentaban acercarse a la mujer, ésta desaparecía sin más. Una tarde, uno de estos vigilantes puedo acercarse a ella, descubriendo que el rostro de aquella mujer era el mismo que el de la escritora, rostro que todos conocían por la imagen que de ésta hay en su lápida.


Fenómenos extraños en el cementerio de San Miguel.

 

4 de Mayo de 2005. Más de quince personas se congregaron frente a un discreto
y humilde panteón del cementerio malagueño ?San Miguel?, ubicado en la barriada
de Fuente Olletas, en Málaga. Un pequeño módulo vertical, una fotografía impresa
en el mármol y una placa donde reza ?Jane Bowles, Nueva York 1917 ? Málaga
1973?, conforman el sencillo enterramiento. La mayor parte de los presentes son
familiares, amigos o lectores de la desaparecida escritora norteamericana.
A eso de las cinco de la tarde, los congregados en la necrópolis encendieron
velas en su memoria, y colocaron junto a su tumba numerosas flores. A pesar del
tiempo que ha transcurrido desde su muerte, parece claro que la figura de la
gringa permanece impresa en la memoria de sus admiradores y seres allegados.
De pronto, uno de los allí reunidos levanta la vista y queda sin habla. Entre
el grupo, en el cual todos se conocen entre sí, hay un personaje más. Es una
mujer vestida de luto, y su rostro es extrañamente parecido con el de la
fallecida literata. Tanto es así, que el asombrado señor tuvo que mirar el
mármol con su fotografía, como si no conociera bien de por sí la imagen de su
admirada escritora.
Tras unos momentos de desconcierto, golpea con su codo a los que están a su
lado, y estos miran igualmente a la mujer vestida de negro desde la corta
distancia que los separa. La mirada de la señora parece perdida, enfocada en tal
caso hacia la zona del panteón. Nadie sabe como reaccionar, ni quieren alertar a
todo el mundo por si se tratara de una falsa alarma.
Antes de que nadie pudiera hacer nada por verificar la identidad de la mujer,
ésta se vuelve y dobla la esquina de un panteón de gran tamaño, que lleva a la
zona de enterramiento de los escritores y artistas malagueños. Cuando varios de
los testigos se dan cuentan de lo que ha pasado, rodean la zona por diferentes
lugares.
Desgraciadamente, aquella mujer ha desaparecido sin dejar rastro. Parece
haberse esfumado, ya que no había posibilidad de escapatoria ante el cerco
producido.
Cuando se corre la voz, los más veteranos, aquellos que suelen visitar cada
año la tumba de Jane Bowles, responden impasibles: ?Nos os preocupéis. Jane
suele venir en el aniversario de su muerte, apareciendo entre nosotros con la
misma espontaneidad con que desaparece?.



El Retorno de Bowles.
Los primeros en descubrir los fenómenos relacionados con la escritora Jane,
fueron José Fernández, encargado de la capilla del cementerio, y los vigilantes
de seguridad, que a partir de un determinado día, que coincide con la
construcción del actual monumento funerario, y una vez cerrada la puerta de la
necrópolis, ven pasear a una señora de aspecto extravagante, por las
inmediaciones de la tumba de Bowles.
Este suceso durante las horas de público no hubiera sido extraño, ya que la
escritora era poseedora de un gran círculo de amigos de varios países. Pero
además de lo extraño de la hora, resultaba curioso que la dama estuviera todos
los días con la misma vestimenta, en el mismo punto de ubicación (la tumba de
Jane), y en la misma actitud contemplativa.
Esa misma actitud es la que llevó a los vigilantes a no acercarse en un
principio a la extraña mujer, ya que temían romper algún tipo de oración en
honor a la difunta. Pero cuando posteriormente intentaban mantener contacto con
la señora para identificar sus objetivos, ésta parecía desaparecer tras una
esquina una vez que el vigilante de turno alcanzaba la zona de la tumba.
La imposibilidad de escapar en tan escasos segundos, comenzó a resultar para
José Fernández y los vigilantes un asunto de escasa explicación racional, lo que
hizo que estuvieran más atentos para las siguientes ocasiones, llegando a
acercarse lo suficiente para identificar en el rostro de la visitante a la misma
Jane Bowles, rostro que todos conocían a través de la imagen de su lápida.

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Interferencia Telefónica.
Pero no es este el único caso de sucesos anómalos en la necrópolis de San
Miguel, ya que son numerosas las circunstancias anómalas que tienen lugar entre
sus muros, siendo los vigilantes de seguridad los testigos más frecuentes de
tales manifestaciones, debido a su permanencia en horas nocturnas.
Un caso realmente impresionante es el vivido por J.R.G., persona poco
creyente en estos temas, y que a pesar de ello, vivió en el cementerio una de
las experiencias más aterradora de su existencia. Recordemos que los vigilantes
suelen hacer 3 o 4 rondas por el interior del recinto a lo largo del turno
durante la noche. Pues resulta que nuestro testigo llegó aquella noche a su
puesto de trabajo, penetró en la cabina de descanso, ubicada en los exteriores,
para esperar a que le tocara la primera vuelta, y mientras tanto, como
acostumbraba a hacer casi siempre, llamó a su esposa a casa para saludarla.
Mientras hablaban pausadamente, J.R.G. escuchó de fondo una voz masculina,
que articulaba palabras inconexas. Su primera reacción fue de ira, ya que
pensaba que su mujer le estaba siendo infiel. Pero cuando preguntó quien estaba
con ella, su esposa intentó tranquilizarlo, explicando que se encontraba
completamente sola.
Nuestro testigo se calmó al fin, pero mientras seguían hablando, la
comunicación se cortó con un sonido de interferencia, se dejó de escuchar la voz
de su esposa, para dar paso a una voz masculina, muy fuerte y cavernosa, casi
metálica, que dijo ?!Dentro te espero!?. De nuevo se escuchó la interferencia y
acto seguido la voz de su mujer preguntando qué había ocurrido, ya que se habían
dejado de escuchar durante breves segundos.
Como era de esperar, aquella noche el vigilante no realizó ninguna ronda por
el interior del cementerio, y poco tiempo después pidió el cambio de turno, ya
que no podía aguantar la presión psicológica que aquella vivencia le causó.
Percepciones Anómalas del Equipo de Seguridad.
P.D.E. es otro de los antiguos vigilantes que ha pasado largas noches en el
recinto. Tanto él como su compañero de servicio, afirman haber sentido pasos
extraños sin origen definido, así como voces o murmullos que no alcanzaron a
identificar. Han paso miedo, sí, pero ese es su trabajo y tienen que enfrentarse
a veces a situaciones tan adversas como estas.
En una de estas ocasiones, el compañero, medio en broma, pidió una señal a
voz en grito, y justo en ese momento, P.D.E. sintió un profundo pitido en el
oído, que le dejó sordo por unos minutos. Desde aquel entonces, ambos se toman
con respeto estos temas, e intentan hacer su trabajo pasando lo más
desapercibidos posible, a lo que ellos consideran fuerzas de otros mundos.
Pero a pesar de eso, han vivido otras experiencias que además, se han
repetido en días diferentes, e incluso varias veces en la misma noche, y que
siempre guardan el mismo patrón de comportamiento. Mientras se encontraban en la
sala de descanso, escuchaban como una losa de nicho caía al suelo haciéndose
añicos.
Entraban preocupados pero sin lograr encontrar la destrozada piedra.
Curiosamente, a los pocos minutos de volver a la sala, el fuerte sonido volvía a
hacerse presente, sin que tampoco dieran con el origen del mismo.
En otras ocasiones, les sucedió lo mismo, pero en este caso realizando rondas
internas, pero en ningún momento, ni incluso al despuntar el alba, lograron
encontrar ninguna piedra o losa rota en el suelo. Algo que les dio mucho que
pensar…….



Visitante del Cementerio.
En cierta ocasión, durante una de mis visitas a la necrópolis, coincidí con
una señora anciana asidua del lugar, puesto que un familiar suyo reposa allí, y
gusta de ir a colocarle velas de manera frecuente. Esta buena mujer, temblorosa
y casi con lágrimas en los ojos, decidió contarme una curiosa vivencia a la que
se enfrentó hace años.
La señora, casi todas las veces que se acercaba al camposanto, decidía
comenzar y terminar su visita realizando una oración a Dios, para lo cual se
adentraba en la capilla del cementerio, y desde uno de los bancos, lanzaba su
misiva a los cielos.
Todo sucedió durante uno de esos momentos de recogimiento, ya que estando de
manera contemplativa en el ultimo banco de la pequeña iglesia, pudo advertir
pasos resonando en la forma cónica de la sala, cuyo ángulo formaba ecos
profundos. Pero no solo eso, sino que también llegó a percibir golpes en las
paredes, así como el fuerte crujir de los enseres presentes.
Aunque en un principio intentó convencerse de que eran sonidos de origen
natural, llegó un momento en el cual desitió de tal empresa, ya que observó
asombrada de qué manera uno de los primero bancos, como empujado por una mano
invisible, se arrastro casi un metro por el suelo, cambiando su posición inicial
sin que nadie más que ella se encontrara en la sala.
Tal es el peso de los bancos, que tuvo que ser colocado en su posición
original por dos vigilantes de seguridad. Fenómenos sin duda de difícil
explicación racional.




Voces en la Noche.

Otro de los casos más populares de cuantos se dan cita en el cementerio, es
el vivido por el encargado de la capilla, José Fernández. En el mes de Noviembre
del año 1985, y debido a unas obras de reforma que estaba llevando a cabo en su
casa, tuvo la necesidad de pasar algunas noches en el interior de la propia
capilla, en una pequeña pero acogedora celda. Se encontraba bastante tranquilo,
a eso de las dos de la madrugada, ?rezando víspera? en mitad de una oración.
En un determinado momento siente el impulso de salir a rezar al exterior. La
costumbre era hacerlo dentro de la propia celda, pero aquella noche siente la
necesidad de ir fuera, como si algo lo atrajera de forma irrefrenable.
En el silencio de la noche, solo roto por algún que otro sonido lejano del
crujir de ramas, o el grito de algún ave en la lejanía, pudo ser testigo de un
fenómeno inédito. Sus oídos captaron lo que él identificó como el lamento
desolado de un niño de corta edad. Al prestar más atención, descubrió que
pronunciaba unas palabras, y estas eran ?!mamá, mamá!?.
Su seguridad era total al advertir que no pudo confundir aquel sonido con el
llanto de algún animal o por algún eco distorsionado por el aire. Prueba de esto
es que el Hermano Pepe fue siguiendo el sonido de la misteriosa voz, hasta poder
ubicarlo en el interior de un nicho determinado, de donde provenían sin lugar a
dudas los lamentos.
Al día siguiente, y una vez consultados los libros de defunciones del archivo
de la necrópolis, pudo descubrir con asombro como en aquel nicho reposaban los
restos de un niño fallecido con dos años de edad, Antoñito, que había muerto de
leucemia, después de una larga y dolorosa enfermedad.
A partir de ese momento el fenómeno ha repetido con asiduidad, a distintas
horas y con diferentes variantes. Existen otras manifestaciones extrañas que van
más allá de una simple voz gimiente. José Fernández ha sido testigo en diversas
ocasiones, de cómo un niño de corta edad entraba corriendo en la capilla, en
horas en las que el cementerio estaba cerrado al público.  Era como una visión
confusa, ya que pasaba a gran velocidad, y al momento de girarse para ver la
silueta al completo, la imagen desaparecía de manera repentina.


Un Ente Popular.
También ha sido visto a los lejos en diversos lugares del camposanto, y en
algunas ocasiones se encontraba ataviado con unas vestimentas blancas y
vaporosas, estando sus pies por encima del nivel del suelo, como flotando en el
aire. De esta manera, el José Fernández afirma convencido que el niño esta
intentando manifestarse y hacerse ver, aunque de una forma muy sutil.
Otra de las cosas sin explicación a la que se ha enfrentado nuestro principal
testigo, e incluso algunos vigilantes de seguridad, es la siguiente. Muchos los
visitantes del cementerio, tras conocer el suceso, se han desplazado al lugar
para dejar en su nicho caramelos y cartones de leche, como un presente para el
pequeño fallecido. De manera misteriosa, y en muchas ocasiones con el cementerio
cerrado, han desaparecido los caramelos, o han aparecido con el envoltorio
quitado, e incluso mordisqueados por pequeños dientes.
Con los cartones de leche y botellas de agua sucede prácticamente lo mismo,
ya que en breves instantes, algunos testigos han podido apreciar que el nivel
del liquido se hacía menor a una velocidad que dejaba de lado la teoría de la
evaporación.
El caso es que durante los 365 días del año, son decenas y decenas los
juguetes y prendas infantiles que rebosan el nicho de Antoñito. Tanto es así,
que el Hermano Pepe ha de vaciar mensualmente el lugar, llenando grandes bolsas,
que van a parar a asociaciones de niños pobres. Incluso, algunos de los
visitantes afirman que sus hijos enfermos han logrado mejoras sorprendentes con
la simple colocación de alguna prenda de ellos junto al nicho. Sea o no cierto,
el caso es que la opinión popular parece haberse hecho eco del suceso, y son
numerosas las peregrinaciones al lugar, así como la inacabable procesión de
velas encendidas. 
La Pequeña Maria Marta y los Pasos de Don Elíseo. 
Si penetramos en el camino principal, y pasamos al segundo patio de nichos,
dirigiéndonos a la esquina superior derecha, encontramos uno de los típicos
rincones de habitual enterramiento de niños y fetos. Allí descansan los restos
de la pequeña Maria Marta, niña fallecida a los pocos años de nacer en accidente
de coche.
Curiosamente, su muerte dio paso a una leyenda de desconocido origen, que nos
habla de la intercepción de la niña en los casos de crisis matrimoniales y de
parejas. Si nos acercamos a ese lugar, vemos al igual que en el nicho del niño,
que la historia ha hecho mella entre los visitantes, ya que el sitio está
igualmente lleno de juguetes, pero con la diferencia de que en este abundan las
cartas de personas pidiendo que se solucionen sus problemas de pareja.
Entre los testigos que han podido visualizar algo fuera de lo común, se
encuentra el propio José Fernández y algunos vigilantes de seguridad, que en
horas de clausura del cementerio afirman haber visto en el rincón, el cuerpo
semitransparente e inerte de una niña.
Hace ya varias décadas, existió un párroco encargado de llevar a cabo los
actos eclesiásticos en la capilla de ?San Miguel?. Su nombre era Don Elíseo,
hombre de rectas actitudes, agrio carácter y comportamientos esquivos y
reservados. Murió después de varios años al servicio del camposanto, allá por el
mes de enero del año  1946.
Hoy día, existen personas que afirman haber observado el caminar de un hombre
mayor ataviado de hábitos monacales, por entre los panteones. Muy pocos sabían
que el único mortal con túnica del lugar, era el Hermano Pepe. Así que cuando
este recibía la noticia, quedaba sorprendido, ya que la descripción de aquel
misterioso señor se correspondía perfectamente con la de Don Elíseo.

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