ARQUEOLOGÍA NUCLEAR: Las huellas de un pasado reciente.
Supongo que es habitual que al hablar de Arqueología lo primero que nos venga a la mente es su definición tradicional, ciencia que se dedica al estudio sistemático de restos materiales de la vida humana ya desaparecida.
Pero las definiciones cambian, podríamos por tanto decir que ésta otra
se ajusta bastante mas al tema que quiero presentar hoy:
La arqueología (del griego «ἀρχαίος» archaios, viejo o antiguo, y «λόγος» logos, ciencia o estudio) es una ciencia que estudia los cambios que se producen en la sociedad, a través de restos materiales distribuidos en el espacio y contenidos en el tiempo.La investigación arqueológica ha estado relacionada fundamentalmente a la Prehistoria y a la Antigüedad; sin embargo, durante las últimas décadas la metodología arqueológica se ha aplicado a etapas más recientes, como la Edad Media (arqueología medieval), la Edad Moderna (arqueología postmedieval) o el periodo industrial. En la actualidad, los arqueólogos dedican ocasionalmente su atención a materiales actuales, investigan residuos urbanos, con lo que está naciendo la denominada arqueología industrial.
El pasado mes de enero se cumplieron
60 años de la primera prueba nuclear realizada en el desierto de Nevada.
El Departamento de Energía de los EEUU cuenta con un equipo de
arqueólogos que periódicamente entra en la zona para trabajar sobre las
ruinas y catalogar los restos que quedaron tras estos primeros
experimentos.
El Departamento de Energía, considerando
que estas primeras pruebas se podrían catalogar como suceso histórico
relevante para la historia del hombre, estimó que era importante empezar
a documentar el material que aún existía, teniendo en cuenta que estos
restos nucleares estaban desapareciendo. La última inspección de la que
se tiene conocimiento se produjo a finales de diciembre de 2010, cuando
pudieron estudiar varios túneles usados para las explosiones
subterráneas. Estas incursiones tienen como objetivo catalogar estos
restos y protegerlos como parte del patrimonio histórico de EEUU.
Hay una serie de fotografías que se
convirtieron en icono de aquellos primeros ensayos; muy conocidas son
aquellas en la que se puede ver a una familia de maniquíes en actitud de
estar realizando todo tipo de tareas cotidianas: reunidos frente a un
televisor, sentados a la mesa esperando la hora de la comida o cena,
acostados en sus camas….. resulta curioso saber que dichos maniquíes
están en una lista de objetos que buscan estos arqueólogos nucleares.
Escondidos en un búnker en algún lugar bajo el desierto de Nevada, aún
no han dado con su paradero.
“La primera vez que caminé por este lugar”, comenta la doctora Beck,“me resultó sobrecogedor darme cuenta de que las pruebas nucleares tuvieron lugar sobre el suelo que yo estaba pisando. Hay muchas estructuras reconocibles, los restos de un puente, refugios, edificios subterráneos… Ver los efectos de las detonaciones sobre estos lugares hace que comprendas mejor lo que aquí pasó”.
“La mayor parte del tiempo te sientes como un aventurero”, explica el arqueólogo William Gray Johnson, quien trabajó durante años en la zona junto a Beck, “pero algunas veces sentías un poco de miedo”. “A menudo”, recuerda, “debíamos llevar protección especial, al entrar en algunos refugios íbamos completamente cubiertos y con un respirador”, además del contador Geiger para medir los niveles de radiactividad.
Colleen Beck y Bill Johnson formaron
parte del equipo de arqueólogos del Departamento de Energía que
inspecciona periódicamente el lugar que el ejército de EEUU eligió para
realizar sus pruebas nucleares, el Nevada Test Site. Los militares
construyeron casas, búnkers, granjas y refugios durante mas de cuarenta
años para comprobar los efectos de las bombas sobre distintas
superficies y materiales.
Entre 1951 y 1992, se realizaron aquí
928 pruebas nucleares. Existen numerosos vídeos de estas pruebas que
muestran las típicas grandes nubes en forma de hongo, edificios hechos
añicos y maniquíes pulverizados, pero las bombas nucleares no
desintegraron todo a su paso.
“Un refugio con las paredes desgajadas, como si se hubiera derretido y vuelto a congelar, cúpulas de aluminio rajadas, un puente retorcido que no lleva a ninguna parte… Así es la arqueología de este campo de batalla de la guerra fría que fue el Nevada Test Site”, asegura Johnson. “Los proyectos arqueológicos”, relata, “incluyen docenas de investigaciones en áreas y estructuras, edificios y objetos que sobrevivieron a las pruebas”. En el último inventario realizado sobre el lecho de un lago seco conocido como Frenchman Flat, Johnson y su equipo registraron 157 estructuras asociadas con pruebas atmosféricas, muchas más de las que esperaban encontrar.
“La cosa más horrible que vi allí”, recuerda Johnson, “fue el cráter Schooner. Aunque estaba bastante lejos de donde me encontraba, probablemente a varios kilómetros, parecía una herida en la tierra. Hay piedras del tamaño de una casa alrededor del cráter”.
A lo largo y ancho de todo el Nevada
Test Site se pueden encontrar grandes bobinas de cable vacías,
caballetes, cuerdas, las cajas en las que guardaban a los animales para
los experimentos, clavos… y un montón de tuberías y cables que penetran
en la tierra hacia los túneles donde se practicaban las pruebas
subterráneas.
En ocasiones se construían estructuras gemelas a diferentes distancias, para comprobar los efectos de la explosión
Un lugar curioso dentro de este campo
de pruebas era el llamado el “poblado japonés”, un conjunto de casas
construidas para medir los efectos de la radiación sobre una población
similar a la de Hiroshima y Nagasaki. El proyecto BREN (Bare Reactor
Experiment) incluía la construcción de una torre de madera de 465 metros
sobre la que se colocó un reactor nuclear. A unos 700 metros de aquella
estructura se dispusieron una serie de casas construidas con los mismos
materiales y disposición que las casas típicas japonesas en las que se
introdujeron maniquíes y medidores de radiación.
De las casas japonesas sólo quedan ahora dos esqueletos de madera….
Movidos por el afán de realizar pruebas
cada vez más realistas se llevaron a cabo operaciones complejas como la
CUE, en mayo de 1955, para la que se construyeron cinco tipos diferentes
de casas, varias torres de radio y depósitos de combustible, se
colocaron caravanas y camiones, y se dispusieron filas de maniquíes para
comprobar los efectos de la onda expansiva y las radiaciones de una
bomba de 29 kilotones. El oficial Ernie Williams, que ahora tiene 80
años, recuerda que encontraron algunos maniquíes a casi un kilómetro de
la zona cero y que el calor había trasferido los dibujos del vestido a
su ropa interior.
“Los restos de aquel lugar”, explica la arqueóloga Colleen Beck, “se conocen ahora como Survival town (el pueblo de la supervivencia)”. Hoy día se conservan dos casas de dos plantas, una de ladrillo y otra de madera, que se ven a una distancia de kilómetros. Hay otros quince edificios dispersos por la zona, sin puertas ni ventanas como consecuencia de la explosión. Pero la zona más castigada por las bombas se encuentra al norte del desierto, un lugar donde se realizaron tantas pruebas que recuerda a la superficie de la Luna. De hecho, los cráteres son tan similares que hasta once astronautas probaron sus trajes y sus equipos aquí antes de viajar a nuestro satélite. “Una de las pruebas de la Operación Plowshare”, relata Beck, “creó un cráter tan grande que los astronautas de las misiones Apollo lo utilizaron para entrenar dentro”.
Se refiere al cráter Sedán, que tiene
alrededor de 400 metros de diámetro por 100 de profundidad y es visible
desde la órbita de la Tierra.
El (Sedan Crater) cráter Sedan es una
formación resultado de una prueba nuclear subterránea llevada a cabo en
julio de 1962 para propósitos civiles. Las pruebas se condujeron en
Yucca Flat en el sector conocido como Área 10 como parte de la operación
Plowshare conducido por el Lawrence Livermore National Laboratory.
Cerca del cráter Sedan se encuentra
uno de los objetos más peculiares de este lugar. Se trata de una enorme
estructura metálica y cilíndrica que aún puede verse en la llanura del
Yucca Flat.
“Es tan rara”, dice Beck, “que no se parece a ninguna otra cosa, así que es difícil de describir”. En un experimento llamado Huron King, esta especie de locomotora se colocó sobre una de las detonaciones y en su interior se simularon las condiciones del espacio y se investigó cómo funcionarían las comunicaciones por satélite en un entorno nuclear. Los arqueólogos la han examinado, pero no se puede acceder a su interior.
Aunque las más espectaculares eran las pruebas atmosféricas, la mayor parte se hicieron bajo tierra.
“En Rainier Mesa, al norte del Nevada Test Site”, explica Beck, “se construyeron unos 390 túneles horizontales entre 1951 y 1992 y se llevaron a cabo 67 pruebas nucleares. Los túneles se construían con la anchura suficiente para que pudieran circular por ellos personas y equipamiento. También hay centenares de túneles verticales en los que se hicieron unas 600 pruebas”.
Como resultado de tantos años de pruebas
tenemos un pequeño laberinto de túneles bajo el desierto, un entramado
de conducciones y refugios que aún guarda muchos de los equipos que se
emplearon para las mediciones.
En el año 2001 Johnson y su equipo
descendieron hasta el búnker de Fizeau, situado bajo una antigua torre
de radio en la que los militares detonaron una bomba de 11 kilotones en
septiembre de 1957. Llevaban equipos de respiración y trajes
protectores, y comprobaron que, aunque la explosión había dañado el
refugio en buena medida, al menos tres equipos de medición estaban
intactos, con los datos registrados 40 años atrás.
Hoy en día los recuerdos del Nevada
Test Site se han convertido en una especie de “negocio”. Algunos de los
objetos encontrados y clasificados por estos arqueólogos son expuestos
en el museo atómico de la ciudad, y los turistas pueden acceder a
algunas zonas restringidas, como el Survival Town y sus alrededores.
Aún así, ambos tienen claro que su labor como arqueólogos “nucleares” servirá para conservar un patrimonio muy valioso. “Lo más importante”, opina Bill Johnson, “es que las futuras generaciones podrán ver el increíble poder destructivo de las bombas nucleares. La gente puede ver la destrucción en películas, pero ver su efecto real sobre edificios, estructuras y paisajes es mucho más impactante”. Para Beck, en cambio, las futuras generaciones “se sorprenderán de lo que los científicos fueron capaces de hacer con una tecnología que ellos considerarán antigua”. “Me encantaría estar ahí para ver qué dicen”, asegura, “y me imagino que aún estarán debatiendo los pros y los contras de las armas nucleares”.
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